El jueves 8 de mayo, Robert Francis Prevost fue electo Sumo Pontífice de la Iglesia Católica Romana, pasando a ser llamado León XIV. Tanto su elección en la sucesión de Pedro, como sus retos y primeras declaraciones fueron sorpresivas; el panorama político en el que subió al trono papal es cada vez más impredecible, y al horizonte futuro (que ya comenzó) se asoma la revolución tecnológica, cuyas consecuencias empiezan a ser presentes antes del auge de la revolución misma.
Si bien las comparaciones están de más, sobre todo a sólo unos días del fin del cónclave y con León XIV sin haber tenido ni 10 días a la cabeza de la iglesia de Roma, es imposible no mirar a Francisco y a Benedicto XVI como puntos de referencia. Prevost se distingue de los dos últimos Pontífices desde que fue electo con sólo 69 años. Ratzinger asumió el cargo con 78 años, y Bergoglio con 76. Es un Papa joven —relativamente hablando—, que aún tiene fuerza y, por lo mismo, es de esperar que tenga firmeza en sus palabras y solidez con sus mensajes como cabeza de Roma.
Como Papa, Benedicto no vivió un conflicto geopolítico con las magnitudes de las guerras actuales —Rusia y Ucrania, Israel y Palestina, posiblemente la India y Pakistán— y Francisco lo vivió sólo al final de su papado, y fueron pocas y ambiguas las declaraciones que hizo al respecto.
Contrario a ambos, Prevost subió a la Santa Sede con una a una corta edad y con un panorama geopolítico mucho más violento. Recuerda, en este sentido, al que quizá sea el Papa más querido en los últimos 100 años, Juan Pablo II, quien fue electo como sucesor de Pedro a los 58 años (más joven aún que Prevost) y vivió, durante su tiempo como Pontífice, la guerra fría y la caída del muro de Berlín; es decir, un mundo partido a la mitad, en dos bloques, y no temió en alzar la voz para derribar el muro que separaba Oriente de Occidente. El mismo Lech Walesa dijo que «el 50% de la caída del muro pertenece a Juan Pablo II, el 30% a Solidaridad y Lech Walesa y solo el 20% al resto del mundo. Esa era la verdad entonces y es la verdad ahora» (2009).
De la misma manera que JPII, León XIV llevaba un día de pontificado cuando hizo sus primeras declaraciones sobre la guerra. Calificó las acciones de Rusia como una “auténtica invasión imperialista” —de acuerdo con el punto 157 de Doctrina Social de la Iglesia (DSI)—, llamó a los políticos de su país (y del mundo) a hablar con claridad y reconocer los horrores de la guerra, y tuvo su primera reunión oficial como Pontífice con Zelensky, presidente de Ucrania, dejando más que clara su postura ante la invasión rusa.
En un mundo donde todo está a medias tintas, donde los políticos e incluso el anterior Pontífice tenían opiniones “reservadas”, León XIV entendió que para el pontificado se necesita claridad y firmeza, y que en su papel como líder espiritual de la Iglesia Católica Romana debe atender, tanto con caridad como con fuerza, a los problemas del mundo.
Por otra parte, la elección de nombre, León XIV, no es fortuita; en su primer discurso refirió al documento de su predecesor León XIII, el Rerum Novarum, texto fundacional de la DSI que en respuesta a las consecuencias de la Revolución Industrial y a Pio IX, abogó por los derechos de los desfavorecidos.
A León XIII le tocó contestar a su sucesor Pio IX, quien vivió y respondió a revoluciones sociales y a un creciente anticlericalismo; condenó sin matiz el liberalismo y el comunismo, y no salió al mundo para entrar en diálogo con los obreros. Ante el ascenso de un liberalismo cada vez cruel y ante un socialismo que tomaba más fuerza cada día, León XIII entró en diálogo con el mundo, reconoció las bondades del liberalismo y los motivos del crecimiento del socialismo, apeló a los Estados para proteger a los más desfavorecidos y apoyó a los obreros en su formación de sindicatos; denunció la crueldad empresarial, afirmó «que lo realmente vergonzoso e inhumano es abusar de los hombres como de cosas de lucro y no estimarlos en más que cuanto sus nervios y músculos pueden dar de sí» (Rerum Novarum, § 15), y comprendió que aunque lo fundamental para el cristianismo es la caridad individual, era necesario crear leyes e instituciones políticas que aseguraran el bienestar de los marginados.
León XIV sabe que tendrá que vérselas con las consecuencias de la revolución tecnológica y la IA, reconociendo que, aunque no es mala per se, sí generará nuevos desafíos para la defensa de la dignidad humana, la justicia y el trabajo. Frente a un mundo donde la tecnología reemplaza cada vez más a los trabajos humanos, aumenta la desigualdad y a veces la injusticia, donde la inteligencia artificial se ha vuelto un “acompañante” para quienes se sienten solos y encuentran en ella un reemplazo —siempre insuficiente— del contacto humano, exacerbando la soledad y el aislamiento, el Pontífice ha respondido desde el espíritu de compromiso y caridad para con los desprotegidos y olvidados que heredó de su predecesor por la Rerum Novarum.
Al contrario de León XIII, al nuevo Pontífice no le tocará replicar a la postura de su predecesor. Es más, probablemente haya quienes lo quieran ver como un Papa que le da continuidad a la visión caritativa y amable que Francisco enfatizó de la Iglesia, aunque sean unos zapatos grandes de llenar. Lo que sí se puede intuir es que, aunque continúe la caridad y apertura de la Iglesia como lo hizo Francisco, lo hará en tono más rígido, más con un amor paternal que escucha, cuida y corrige, que con uno que acompaña y escucha.
Mucho se ha dicho en tan breve tiempo sobre el nuevo Pontífice; ha habido quienes hablan de su formación agustina, de los retos que tendrá que afrontar, de su tiempo en Perú y su ejercicio como obispo en Chiclayo; incluso de las relaciones que tiene con los políticos de su país, de su posible afinidad con los migrantes y demás temas posibles. Sin embargo, los dos puntos que he querido resaltar aquí —su firme posición ante la invasión a Ucrania y su elección de suceder a León XIII contra la revolución tecnológica— indican 3 cosas. La primera es que el nuevo Papa tiene un compromiso fundamental con la DSI, que es a partir de ella que se mueve, habla y toma decisiones como Pontífice y como líder del estado Vaticano. En segundo lugar y en relación con el primero, que es un Papa con decisión y firmeza (quizá también a causa de su juventud), que sabe que en un mundo de relativismos y tibiezas, es necesario hablar con la solidez de los cimientos de piedra. Por último, que es un Papa que, desde dicha solidez, está abierto al mundo, observa los problemas actuales e intuye los futuros, reconoce los tiempos y entiende que la Iglesia no debe acoplarse a ellos, pero sí debe prever y entrar en diálogo con el Siglo. En fin, el nuevo Pontífice sabe, como Francisco lo supo, que la caridad, el amor y el mensaje del Evangelio sólo pueden comunicarse al mundo entendiendo sus problemas, dinámicas y fluctuaciones, pero sin abandonar la Doctrina como fundamento de la Verdad.
Referencias
Drake, T. (2009, November 10). Who Deserves Credit for the Berlin Wall’s Fall? National Catholic Register. https://www.ncregister.com/blog/who-deserves-credit-for-the-berlin-walls-fall
León XIII. (1891). Rerum Novarum [Encíclica]. https://www.vatican.va/content/leo-xiii/es/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_15051891_rerum-novarum.html
Pontificio Consejo “Justicia y Paz.” (2004). Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. https://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html