Fundar una editorial independiente en pleno siglo XXI es un acto de fe y de terquedad. Levantar desde cero una casa editora implica sortear obstáculos económicos, competir con gigantes consolidados y, sobre todo, persistir contra un mercado cada vez más reducido. Si, además, la apuesta es por la poesía —ese género minoritario pero esencial—, la empresa roza la temeridad.
Las editoriales independientes suelen nacer del idealismo y la pasión, pero casi siempre tropiezan con realidades hostiles: tirajes mínimos, distribución precaria y escaso apoyo institucional. Todo se complica más en países centralistas, donde la vida cultural parece concentrarse en las capitales. En México, la Ciudad de México acapara ferias, medios y librerías, y deja a las provincias literarias en penumbra. Emprender un sello poético lejos del centro es, casi siempre, un gesto quijotesco.
Sin embargo, de tanto en tanto surgen proyectos que desmienten el fatalismo. Medusa Editores, fundada en Chihuahua por Édgar Trevizo en 2020, es uno de esos milagros discretos. Nació en medio de la pandemia, contra toda lógica del mercado, con la convicción de que la poesía sigue siendo una necesidad. Desde entonces, ha crecido con paso firme y silencioso.
Trevizo, poeta y traductor, es un hombre de gusto finísimo. Su labor combina el rigor del filólogo con la ternura del lector que aún se asombra. Ha publicado tres poemarios propios y más de una decena de volúmenes de traducción, y en todos ellos late una idea de la poesía como arte de la precisión y del cuidado. Es el alma de Medusa: un editor que trabaja cada libro con la devoción de un copista medieval y la delicadeza de un jardinero.
Amante de los poemas homéricos —su devoción por la Ilíada y la Odisea nos une—, Trevizo recuerda que seguimos leyendo a Homero porque cuenta y canta. Esa mezcla de relato y música antigua define su poética y su manera de editar: libros que narran y resuenan, que se leen y se escuchan.
Conversar con él es entrar en un territorio donde la erudición no pesa, sino que se ofrece con calma. Quienes lo conocen lo describen como alguien que mira el mundo con dulzura, que lee con lentitud y que corrige con afecto. En Medusa, nada se deja al azar: se revisa, se sugiere, se maqueta y se diseña con una atención que roza la devoción. Mary Oliver decía que la atención es la forma más alta de la devoción, y en Medusa eso es una ética de trabajo.
El resultado de esa pasión es un catálogo de libros hermosos, cuidados y elegantes al extremo. La sobriedad de sus portadas, la textura del papel, la legibilidad de las tipografías e incluso la generosidad de jugar con varias tintas revelan una comprensión profunda de que un libro de poesía también comunica por su forma. No exagero al decir que las ediciones de Medusa pueden compararse, sin rubor, con las de Visor o Pre-Textos. En un tiempo en que las grandes editoriales producen sin mirar atrás, Medusa se detiene, corrige, pule. Y ese gesto —raro y anacrónico— se agradece.
Hacerlo desde Chihuahua tiene un mérito doble. Trevizo lo ha dicho con claridad: editar lejos del centro es pelear contra un centralismo que margina lo periférico. La distancia encarece la distribución y el público lector es menor. Pero, a pesar de todo, Medusa ha conseguido algo que parecía imposible: llegar al centro del país y convertirse en referencia. En apenas cuatro años, este sello norteño se ha vuelto indispensable para la poesía mexicana contemporánea. No exagero si digo que hoy Medusa es la editorial de poesía del país, y lo sostienen sus libros y la confianza de los poetas que buscan publicar con ella.
En 2022 emprendieron una empresa notable: rendir homenaje a William Carlos Williams. De ese proyecto nacieron dos volúmenes complementarios. El primero, Hay algo, algo urgente que te tengo que decir, reunió a 65 poetas de ocho países distintos en una antología de más de 300 páginas. El segundo, Dos aspectos de abril y otros poemas tempranos, presentó una selección y traducción de Williams realizada por el propio Trevizo. Diez meses de trabajo curatorial y diseño dieron como resultado una pieza doble: un homenaje colectivo y un gesto de gratitud hacia uno de los poetas más musicales y atentos a lo cotidiano del siglo XX.
Medusa también ha dado voz a poetas emergentes y a autores ya consolidados. Uno de sus títulos más memorables es Ferales (2023), del poeta aguascalentense Adán Brand: una exploración poética sobre la condición humana y los límites del lenguaje a partir de la historia de dos niños salvajes. Es un libro que respira la estética de Medusa: hondo, preciso, inquietante. Un poemario que recuerda que la poesía sigue siendo un modo de pensar.
Por supuesto, Trevizo también ha dejado su propia huella en el catálogo. Country Music, su poemario más reciente, es una celebración del tono y de la verdad. Harlan Howard decía que la música country son “tres acordes y la verdad”, y a partir de esa fórmula Trevizo compone poemas de una claridad desarmante, donde lo íntimo se vuelve universal. Como amante de la música country —otra afinidad que compartimos—, encuentro en ese libro una autenticidad que desencaja: lo sencillo vuelve a ser profundo.
A ello se suma su trabajo como traductor y antólogo. Desde Hay quienes transitan el sendero del amor, una selección bilingüe de poesía clásica japonesa de la era Heian, hasta sus antologías de poesía china y japonesa, Medusa ha traído a México tradiciones poéticas remotas con un cuidado excepcional. Hay una vocación cosmopolita en todo ello: la idea de que la poesía no tiene patria, pero sí un modo de decir.
En tiempos de precariedad cultural y desánimo lector, Medusa Editores demuestra que el amor por la palabra todavía puede levantar obras duraderas. Contra la apatía y la centralización, Édgar Trevizo ha construido una editorial que une rigor y belleza, modernidad y herencia.
Sus libros están hechos desde el amor por la poesía, y se nota: en ellos hay una mezcla de asombro, verdad y belleza que rara vez coinciden. Fundar una editorial independiente sigue siendo una proeza, pero gracias a sellos como Medusa la poesía mexicana tiene hoy una nueva morada luminosa.