REGISTRO DEL TIEMPO
5/11/2025

Reparar a Shostakovich

Julio Hubard

Por dos lados me hallo la Lady Macbeth del distrito Mtsenk, de Dimitri Shostakovich. Primero, en la novela de Julian Barnes, El ruido del tiempo; después, en el capítulo que le dedica Richard Taruskin en  The Oxford History of Western Music. De muy distinto modo, ambos analizan lo que le sucede al individuo y sus libertades bajo un régimen totalitario: no sólo censura y prohibiciones sino la muerte espiritual.

Resulta que Shostakovich escribió esta ópera a principios de los años treintas siguiendo la novela de Nicolai Lesov, con el mismo título. Una tragedia que inicia con la violación de Katerina  y termina con su suicidio.  Entre ambas atrocidades, se convierte en cómplice de Sergei, su violador, en la comisión de actos criminales. La escena de la violación fue descrita por un crítico neoyorkino, en 1939, como “auténtica pornofonía”. (En YouTube está la grabación de la escena 3 de acto I).  Y se tocó en Nueva York porque no podía montarse en la URSS.

Esa es la obra que hundió al debilucho Shostakovich en la paranoia estalinista. La ópera, magnífica, atroz, tuvo mucho éxito hasta que se ejecutó ante la presencia de Stalin y sus jerarcas (aquí es donde el lector de Barnes ya no puede soltar la novela). Días después, un editorial de Pravda, entre otras cosas ominosas, decía: “es evidente que el compositor nunca ha considerado el problema de lo que el público soviético busca en la música y espera de ella”. Con eso bastaba para destruir la vida de alguien, figurada o biológicamente.

En el resto de Europa corría la callada gana musical de enfurecer al público, desafiarlo, despreciarlo, pero en la URSS los creadores estaban obligados a servir al “pueblo” (que era Stalin y su estúpida creencia de que sabía de música).

Shostakovich intentó reescribir la ópera y le metió mano hasta que tuvo que asignarle otro número de catálogo. Lo primero, desde luego, fue suavizar la escena de la violación. Quiso congraciarse servilmente con quien lo destruía. Quedó basura. Nadie ha querido grabar la versión renovada, aunque hay grabaciones fragmentarias.

Richard Taruskin introduce un problema: al final de la segunda versión hay un aria para bajo en la que parece sincerarse Shostakovich y cantar el horror, el vacío del creador frente a una nada de fealdad y desprecio espiritual. Según él, esta aria debería conservarse dentro de la ópera. Pero, ¿se vale corregir, por un juicio moral y político, la obra de un artista? ¿Existe la censura libertaria? Taruskin no da una respuesta. No la hay.

Suscríbete a nuestro newsletter y blog

Si quieres recibir artículos en tu mail, enterarte de nuestros próximos lanzamientos y apoyar nuestra iniciativa, suscríbete a nuestro boletín mensual para que lo recibas en tu correo.
¡Gracias por suscribirte!
Oops! Hubo un error en tu suscripción.