Llevo 36 años coleccionando revistas de tiras cómicas, lo cual significa que empecé a coleccionarlas por la calidad de los dibujos antes de aprender a leer. No me enorgullece, a veces incluso me avergüenza en vista de mi avanzada edad, pero lo menciono para registrar mi experiencia lidiando con historias de súper héroes. Hace un par de semanas se estrenó la nueva película de Superman. Una colega en esta revista me preguntó ¿cuál es el sentido de producir una película más con ese personaje si ya todo mundo conoce la historia? Se han derramado ríos de tinta en torno al nuevo filme del kriptoniano. Que si David Corenswet es superior o inferior a Henry Cavill en su interpretación de Clark Kent, que si el guión de la película es demasiado confuso y saturado de personajes, que si David Gunn se desempeñó mejor o peor dirigiendo esta franquicia que Zack Snyder. En este texto no me interesa ninguna de esas discusiones para fanáticos. Quiero simplemente contestar la pregunta de Daniela Gallegos, pues me pareció pertinente. Darle una explicación que le resulte persuasiva es casi imposible, pues ella no es aficionada a los súper héroes y la ciencia ficción, Como la frase de los cómics “éste parece un trabajo para Superman.” Como yo no tengo súper poderes, mi respuesta solamente es tentativa: cada generación requiere una actualización y adecuación de sus productos de la cultura pop, conservando fidelidad a ciertos elementos de la mitología particular del producto en cuestión. Yo tengo una interpretación personalísima de Superman, pues siempre he considerado que lo mejor en el guión de esa historieta no es el súper héroe, y ni siquiera sus súper villanos. Lo más interesante de Superman es su elenco de acompañamiento. Me refiero a los personajes secundarios que rodean a Clark Kent en su vida cotidiana.
Má y pá Kent: el valor de la familia
Los medios masivos de comunicación han retratado distintas modalidades de Superman, pero también de sus padres. Como es sabido, los padres biológicos de Clark Kent (nacido Kal-El en su planeta natal Kriptón) fueron Jor-El y Lara, dos kriptonianos que a veces son buenos, en otras ocasiones son malvados y algunas más irrelevantes. Lo verdaderamente significativo para entender a Superman son sus padres adoptivos de la tierra, Jonathan y Martha Kent, dos granjeros provincianos de Kansas, Estados Unidos. Residentes de una modesta población ficticia denominada con sarcasmo Smallville (Villa Chica), los Kent encarnan los valores supuestamente esenciales de la familia americana tradicional. Cariñosos, trabajadores, educados, religiosos, graciosos. Es muy importante comprender lo que representaban para Jerry Siegel y Joe Shuster, los creadores del cómic de Superman. Jonathan y Martha Kent ejemplificaban las numerosas familias americanas que recibieron generosamente niños judíos refugiados durante la Segunda Guerra Mundial. Siendo ellos mismos judíos, Siegel y Shuster valoraban el gesto humanitario de tantas familias norteamericanas que acogieron niños ajenos, enviados por sus padres biológicos europeos para salvarlos de la persecución nazi. Superman no solo como el migrante por excelencia como dicen muchos (venido de otro planeta), sino más aún, como un niño refugiado. Todo esto en el marco de un personaje de historieta cuya primera aparición se produjo en 1938, un año antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Ciertamente, un cómic propagandístico desde el origen hasta la imagen de un disfraz con los colores de la bandera norteamericana. En televisión y cine, el matrimonio de los Kent ha tenido diferentes representaciones. Mi favorita es la de Eddie Jones y K. Callan en Lois and Clark: The New Adventures of Superman (1993-1997), una serie televisiva donde Má y Pá hablaban por larga distancia casi todos los días con su hijo Clark Kent para aconsejarlo, pues para entonces Clark ya vivía en la ciudad de Metrópolis y tenía innumerables aventuras como Superman. Cosas del tiempo y de mi edad, las nuevas generaciones no saben lo que significa la larga distancia y el esfuerzo económico que suponía, por lo cual resulta difícil apreciar el amor que esas llamadas telefónicas ejemplificaban. En la serie de televisión de Smallville (2001-2012), ya en el siglo XXI, los Kent eran una joven pareja que educaba al adolescente Clark Kent en los valores convencionales de Villa Chica mientras el joven y futuro Superman aprendía a usar sus poderes. En la película de Zack Snyder, Man of Steel (2013), a Jonathan Kent lo mata un tornado y únicamente sobrevive Martha Kent, la madre adoptiva de Superman. Algo similar sucedió en la serie televisiva reciente Superman and Lois (2021-2024), donde Clark Kent ya está casado con Lois Lane y tienen hijos. Ahí solo aparece en el primer episodio Martha Kent para morir casi de inmediato. Jonathan Kent creo que ni siquiera es mencionado. Me parece un error, aunque hay versiones y universos del comic donde esto también ha sucedido (a estas alturas ya todos están familiarizados con el concepto de multiverso empleado por igual por las compañías de súper héroes DC Comics y Marvel Comics). Por eso me felicito de que Superman (2025), la película actualmente en las salas de cine, conserve con vida a la pareja completa de padres adoptivos de Clark Kent.
Lo importante de esta pareja de viejitos es que Superman-Clark Kent, convertido en un súper héroe invencible y en un periodista exitosísimo del periódico más importante del mundo, El Diario El Planeta (Daily Planet), sigue requiriendo como adulto la orientación de Má y Pá Kent en todas las crisis y dilemas que se les presentan cotidianamente. Hay una escena muy emotiva en ese sentido en la nueva película de James Gunn. Cuando Superman, el héroe interplanetario no sabe cómo vencer una nueva amenaza nacida de la imaginación más ridícula de la ciencia ficción, o cuando Clark Kent ignora cómo llevar una relación amorosa, ahí están sus papás para aconsejarlo. El mismo personaje que visita galaxias lejanas, regresa siempre a Smallville a consultar la sabiduría pueblerina y llena de sentido común de sus papás. Esa es la imagen evidente de esas interacciones. Me parece, sin embargo, que hay algo más. Superman/Clark Kent regresa periódicamente a Smallville para renovar su fe y esperanza en la humanidad. Para recordar porqué pelea contra monstruos de otras dimensiones o contra empresarios corruptos como Lex Luthor. Hay una escena memorable en la miniserie Identity Crisis de DC Comics, donde Martha Kent quiere comprar una suscripción al Daily Planet para leer absolutamente todo lo que escribe su hijo. Clark, por supuesto, no la deja y le dice que él puede regalarle la suscripción. Pero su mamá se molesta y le reclama “Puedo pagar con mi propio dinero. ¿Porqué me lo impides? ¡Apuesto que Batman no le hace eso a sus papás!”. Clark se queda estupefacto y casi al borde del llanto le da un beso a su mamá y le explica dónde puede pagar la suscripción, pues como todos los lectores de comics sabemos, los padres de Bruce Wayne (la identidad secreta de Batman) fueron asesinados. Lección de vida al súper héroe, pero sobre todo a los lectores, para valorar el amor de los padres mientras los tenemos.
Los comics de Superman siempre son superiores a todas sus adaptaciones para cine, televisión, radio o videojuegos. Una de mis historias predilectas del cómic de Superman es la saga Superman: Space Age (2022). Ahí nos enteramos cómo fue que Jonathan Kent desarrolló esa perspectiva tan rica de la esperanza. Lo cuento de memoria, pues leí el comic hace años y no lo tengo a la mano. Pá Kent sirvió en la Segunda Guerra Mundial junto a los primeros contingentes oficiales de tropas afroamericanas. Durante un combate naval, el barco de la marina estadounidense donde viajaba Kent se hunde. Kent resulta herido y se queda flotando en medio del mar al borde de la muerte. Cuando ya se siente muy cansado y decide dejarse morir, uno de los marinos afroamericanos se acerca nadando a él y le pide resistir. “La ayuda ya viene en camino, alcanzamos a oír una transmisión informando que le faltaban tres horas para llegar al barco que nos rescatará. Aguanta Jonathan”. Visto que solo faltan tres horas para que los salven, Jonathan opta por aferrarse a la vida. Su amigo, el otro marino afroamericano, no deja de hablar para mantener despierto a Jonathan, pues si éste pierde la conciencia, se hundirá y morirá. Pasan cuatro horas y nadie llega a rescatarlos. Cinco horas, seis, siete, ocho… para entonces es el marino afroamericano quien pierde la conciencia, pues también estaba herido, y muere. Kent se queda frustrado luchando por sobrevivir. El barco de rescate tardó un día entero en llegar. Cuando por fin encuentran a Jonathan, éste les reclama furioso “maldita sea, ¿por qué tardaron tanto? Dijeron que llegaban en tres horas. Un gran hombre murió a mi lado esperándolos. Su demora costó vidas.” Los marinos del barco que rescató a Kent se quedan estupefactos “¿de qué habla señor? Lo encontramos por accidente. Nosotros no teníamos intención de navegar por aquí. Fue una coincidencia afortunada que lo encontráramos. No sabíamos nada del naufragio de su nave.” Jonathan se da cuenta que su amigo, el otro marino afroamericano, inventó entera la historia del rescate en tres horas para darle ánimo y mantenerlo con vida. “Como puedes ver, querido Clark”, le dice Jonathan a su hijo “La esperanza es la mentira que hacemos realidad.” Superman adopta esa frase como mantra y filosofía que sustenta su heroísmo. Su papel es representar la mentira que se hace realidad para quienes ya no tienen esperanza. La historia puede modificarse, pero la esencia de Superman tiene que reflejar esa idea para las nuevas generaciones.
Luisa Lane: el interés romántico
Superman nunca fue mi personaje favorito. Ni siquiera uno de mis consentidos. No entendía la gracia de un súper héroe invulnerable que no necesita comer ni dormir. No obstante, el universo de Superman tiene, en mi concepto, el personaje secundario más interesante y divertido de la industria de los comics. Para decirlo rápido, lo mejor de Superman es Luisa Lane. Aunque mi súper héroe predilecto es el hombre araña, sus intereses románticos siempre me parecieron un poco limitados. Se casó con Mary Jane, una súper modelo no muy profunda. Antes, fue novio de Gwen Stacy, una inteligente compañera suya en la universidad. Suena bastante convencional. Por su parte, Batman cedía siempre a la tentación de la mujer fatal y se enamoraba de Gatúbela, una delincuente del fuero común. O bien, Batman caía en las garras de Talía Al Ghul, hija del super villano Ras Al Ghul, un fanático religioso y ambientalista empeñado en purificar al mundo. Muy lógico para un hombre con trastornos psicológicos tan notorios como Bruce Wayne.
No, Superman tiene una compañera sentimental excepcional, a mi juicio más fascinante y compleja que él. He leído cómics de distintas épocas donde Luisa Lane cubre la crisis de los misiles entre Estados Unidos y la URSS, otros donde acompaña a los reporteros que destaparon el escándalo de Watergate, y recientemente, una saga donde Donald Trump le quita su acreditación de prensa para cubrir los eventos de la Casa Blanca, por las preguntas tan incómodas que le plantea al presidente. Luisa, desde luego, nunca se rinde y sigue investigando en secreto los escándalos de Trump. Luisa Lane ni siquiera se sentía atraída por Clark Kent, el alter-ego humano de Superman. Es más, lo despreciaba. Ella, al inicio de la historia siempre es frívola e inmadura. Peor, en algunas versiones, Luisa Lane, antes de conocer a Kent, había sido pareja del que se convertiría en su mayor enemigo: Lex Luthor. Luisa es un personaje entrañable en todos sentidos, sobre todo a partir del relanzamiento de Superman en la década de 1980 con los guiones y dibujos de John Byrne. Ella no era, a diferencia de las parejas del hombre araña o Batman, una mujer escultural pero llorona y necesitada de salvación. Buscaba el peligro afanosamente para obtener primicias periodísticas o entrevistas exclusivas. Se arrojaba de un puente para que Superman la salvara y exigirle una declaración sobre alguna de sus aventuras. Luisa era una profesionista exitosísima, no muy atractiva, pero ganadora del Premio Pulitzer de periodismo y una escritora de best-sellers. Crítica del poder, expuso grandes escándalos de corrupción gubernamental y empresarial. Por eso su distanciamiento con el perverso magnate Lex Luthor.
Hija de un general estadounidense, Luisa recibió educación militar. Aprendió artes marciales y boxeo desde niña. Arrogante, arrojada, traviesa, graciosa, cultísima, Luisa Lane era una mujer independiente que no necesitaba a ningún hombre. Cuando conoce a Superman, como buena liberal, desconfía de él por su excesivo poder y quiere escribir sobre su lado oscuro. Del otro lado, Luisa humilla constantemente a Clark Kent por su provincianismo y lo impulsa a cultivarse. “Oye Villa Chica, ponte a leer” le dice, en referencia a Smallville, el pueblo del que procedía Kent. “Viaja más, Villa Chica” le reclama al hombre que ha volado por todo el planeta como Superman. La dinámica entre esos dos personajes dio lugar a una de las mejores adaptaciones de Superman, en la serie de televisión Lois and Clark (las nuevas generaciones de guionistas, muy dadas a juegos de palabras, le llaman a esta pareja Clois), donde aparece la actriz que a mi juicio mejor ha encarnado a Lane: Teri Hatcher. No obstante, en la nueva película de James Gunn hay una escena larguísima y fascinante donde la actriz Rachael Brosnahan encarna la esencia de Luisa Lane a la perfección. Es el momento en el cual ella decide entrevistar a Superman sin concesión alguna, cuestionándolo y criticándolo por intervenir en asuntos políticos de otros países cuando él interviene con sus poderes para evitar una guerra.
En sus mejores representaciones, nunca vemos a Luisa Lane llorando, sufriendo o imaginando necedades. Lane aparece a cuadro leyendo, conversando con grandes científicos o intelectuales, investigando delitos con detectives, visitando exposiciones en museos y cuestionando a los poderosos. No limpia, no cocina, detesta a los niños, pero se conmueve con la injusticia y defiende siempre a los desposeídos. Luisa Lane tampoco sueña con casarse sino con una sociedad más equitativa y la gloria literaria de, un día, escribir la gran novela americana. Todo eso en un comic para niños. Todavía recuerdo la impresión que me dejaron los comics donde descubre la identidad secreta de Superman o la miniserie en comic de la muerte del superhéroe. Cuando Superman le revela su identidad, Luisa Lane no se siente engañada por el secreto de Clark Kent. Le frustra no haber tenido la sagacidad suficiente para descubrirlo por cuenta propia. Cuando el supervillano Doomsday mató a Superman allá en los lejanos años de 1990, Luisa no se pone a llorar por sentirse desprotegida. Extraña a Clark Kent, el periodista con quien compartió crédito en varios reportajes y cuya competencia la hacía mejorar en su trabajo. Quiere ir a cuidar a la gente que Superman ya no podrá proteger.
Luisa Lane es literalmente una caricatura, pero está impregnada de propaganda ideológica liberal. Dicen que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. En el universo de los comics, Clark Kent va detrás de una auténtica súper mujer que inspira más valor en los lectores del que puede inspirar un personaje invulnerable. Junto a la importancia de Superman como representación de la fuerza militar estadounidense, está Luisa Lane, emblema de la fuerza ideológica e intelectual de la libertad de prensa, valor fundamental de la democracia norteamericana. Luisa pelea por las causas justas sin tener una piel a prueba de balas como Superman, pero con un corazón a prueba de miedo. No es un ejemplo para las feministas, sino para todos los niños y niñas del mundo. Por eso necesitamos y queremos siempre nuevas versiones de ella. En la nueva película, igual que en los comics y todas las adaptaciones televisivas o cinematográficas que valen la pena, Luisa Lane termina enamorada de Clark Kent y no de Superman, por quien se sintió inicialmente atraída en su frivolidad e inmadurez juvenil. Al final, se enamora del hombre sencillo, maduro y de valores familiares porque ella se encariña con Má y Pá Kent en cuanto los conoce. Ellos constituyen el retrato de la familia tradicional pueblerina que ella nunca tuvo con un padre militar. En la nueva película vemos a Luisa llevar a Superman herido a Smallville en una nave espacial (nadie dijo que los cómics fueran verosímiles en todo) y enternecerse con el cuidado que los Kent prodigan a su hijo para facilitar su recuperación. Ahí, ella se da cuenta que quiere eso mismo con Clark-Superman, y que ya no podrá dejar de quererlo como pareja.
Para qué una nueva película
No sé si he sido exitoso en responder para qué necesitábamos una nueva película de Superman. Sí he tratado de explicar por qué, para mí, tiene sentido verla. No hablé aquí del principal antagonista de Superman, Lex Luthor, quien por sí mismo daría para un ensayo individual. Luthor es otro de los factores que hacen interesante el cómic de Superman. En las representaciones más fieles del personaje, se trata de una figura carcomida por la envidia. Es el hombre más inteligente, rico, culto y científicamente genial del planeta. Un magnate de las finanzas internacionales sin competencia posible. Sin embargo, no puede volar ni tiene súper fuerza. Ha dejado de ser el modelo a seguir y el hombre más admirado de Estados Unidos.
Lo sustituyó un alienígena volador. Luthor protesta rabioso de que la gente pueda voltear hacia arriba y sentir inspiración y esperanza al ver al súper héroe volando por los cielos de Metrópolis. Incluso, en la primera adaptación cinematográfica de Superman, una serie de breves caricaturas producidas por Fleischer Studios entre 1941 y 1943, acompañada de una emocionante pieza sinfónica introductoria, se escuchaban las palabras “Look up in the sky… It´s a bird, it´s a plane, it´s… Superman!” (Miren arriba en el cielo, es un pájaro, es un avión… ¡es Superman!). Lex Luthor escuchaba encolerizado las palabras de los locutores de radio que describían a su adversario como “más rápido que una bala, más poderoso que una locomotora y capaz de saltar inmensos edificios con un solo impulso.” Sabía que él nunca conseguiría eso y que la gente se sentía más inspirada por el símbolo de la S en el pecho de Superman, que por cualquier hazaña intelectual o empresarial de Luthor.
Con todo, el problema de Luthor no es ése. Él, a diferencia de los lectores que hemos acompañado a Superman durante décadas, no entiende lo principal. Lo mejor de Superman no son, ni de lejos, sus inconcebibles y absurdos súper poderes. El chiste de Superman no es que la gente voltee a ver al cielo buscando un Dios que los proteja. El mensaje de los comics de Superman es que la esperanza no está en el cielo en manos de criaturas mitológicas y super poderosas. Superman no puede combatir exitosamente si no aterriza a pedirle consejo a sus papás, y no tiene motivos para pelear si no se siente acompañado por la admiración y el amor de una sagaz reportera. La esperanza existe con los pies puestos sobre la tierra, porque lo importante de Superman, no es el adjetivo pedante de súper, sino la palabra hombre. Superman, como lo vemos en la nueva película, es un hombre incluso estúpido que no sabe bailar bien y comete múltiples equivocaciones en todos los órdenes, pero sigue intentando salir adelante como él dice “poniendo un pie junto al otro cada mañana al salir a enfrentar desafíos de los que no tengo idea.” Si los niños se sienten inspirados a enfrentar con valor lo desconocido, armados de sus valores familiares, ya vamos de gane. Por eso llevé muy emocionado a mi hijo al cine, para ver la nueva película de Superman. Me ilusionaba mucho verla con él y transmitirle lo que sintió su papá la primera vez que vio la película clásica escrita por Mario Puzo, donde Christopher Reeve interpretaba a Superman. No se trata de que un hombre pueda volar, se trata de que un hombre puede hacer el bien a una gran cantidad de sus congéneres. Se trata de que, como dice Superman en uno de mis comics favoritos “la gente que hace el bien en el mundo no son los más fuertes, los más listos, los más preparados, sino simplemente los que se presentan.” Los que se presentan a lidiar con los problemas cotidianos con un corazón a prueba de miedo como Luisa Lane. Se trata de que mi hijo valore a sus mayores, empezando por sus abuelos. Se trata de que recuerde que, como dice Jonathan Kent “la esperanza es esa mentira que hacemos realidad”. Se trata finalmente, de que vea que una persona como Clark Kent, portadora de anteojos como Arturo, puede hacer grandes cosas por el mundo. Por eso vale la pena una nueva película de Superman…