REGISTRO DEL TIEMPO
6/8/2025

Crónica de unas ojeras sin culpa

Cecilia Coronado

Tenía algo de tiempo libre en el aeropuerto cuando se me acercó un hombre con un porte sosegado, casi místico, más cercano al de un predicador que al de un vendedor. Antes de que hablara, le dije con cortesía:

—No te voy a comprar nada.

Él respondió sin perder la calma:

—Perfecto. No te voy a vender nada; sólo voy a mostrarte algo que te cambiará la vida.

—¿Cuánto tiempo tarda?
—Tres minutos, más lo que tarde en secar —contestó.

Acepté, con la sospecha de que aquello terminaría siendo una buena anécdota.

Me aplicó una crema debajo de los ojos. Ardía. “Es porque te está estirando”, dijo, como si el ardor anunciara el milagro. Pasaron varios minutos y no noté ninguna diferencia. Pero él siguió: habló de péptidos, colágeno, células madre. Aseguraba que mi piel ya se veía distinta. Yo seguía sin notar cambio alguno.

De pronto, me preguntó a qué me dedicaba. Le dije que era profesora, que impartía la asignatura de filosofía social. Asintió con cortesía, sin detenerse mucho ahí. Supongo que en su lógica, las promesas inmediatas pesan más que las preguntas lentas.

Entonces vino el precio: más de 10,000 pesos por el tratamiento completo. Al ver mi cara de incredulidad y mi negativa educada, no se rindió. Empezó a sumar productos “de regalo”: uno tras otro, cada vez más costoso que el anterior, mencionando cifras cada vez más altas como si su precio, por sí sólo, debiera convencerme. Me los iba mostrando con cuidado ceremonial, como si estuviera revelando una joya secreta. Lo escuché sin apuro, más por interés en la escena que por el producto. Porque, al final, no se trataba de mí ni de él. Se trataba de lo que ese momento mostraba.

No es sólo una crema. Es todo un sistema. Una industria que nos ofrece “corregir” lo que en realidad es parte natural de vivir. Hoy, el mercado cosmético nos vende la idea de que envejecer es un problema. Y como buen problema moderno, tiene su solución: suero, mascarilla, contorno, emulsión, rutina. Cada producto con su precio y su promesa. Y así, sin darnos cuenta, la vida se vuelve más cara. Trabajamos más para poder pagar cremas que sólo existen para ocultar el paso del tiempo. Nos convencen de que si gastamos lo suficiente, pareceremos intactos. Pero seamos sinceros: quien se unta se nota, y quien envejece también. Sólo que uno cuesta miles de pesos y el otro no.

Justo esa semana había estado releyendo Ortodoxia, de G. K. Chesterton. En medio del barullo del aeropuerto y la retórica del vendedor, una frase que había pasado casi desapercibida cobró de pronto una claridad inesperada: “La vida es una historia… y algo que le da sentido es que termina”. Chesterton no hablaba sólo de finales, sino del modo en que los límites —el paso del tiempo, el desgaste, incluso el envejecimiento— nos permiten entender lo que vivimos. Una vida que no envejece, que no cambia, que no termina, tampoco se puede contar. Es sólo repetición.

Los intentos de borrar toda señal del tiempo —arrugas, cansancio, ojeras— no nos hacen más jóvenes, sólo más dependientes de una promesa imposible. Frente a eso, Chesterton propone algo radical: reconocer que hay belleza en lo que se transforma, en lo que envejece, en lo que se gasta. Porque lo verdaderamente valioso no es lo que se conserva intacto, sino lo que se vive por completo. Como los objetos que se usan y adquieren historia, o como los libros leídos muchas veces: no son los más nuevos, pero sí los más nuestros.

Cuando aquel vendedor vio que no iba a comprar nada, me miró con desconcierto. Al despedirme, le dije con cordialidad:

—No soy tu target. No tengo problema ni con las ojeras ni con el envejecimiento.

Él no respondió. Se fue, sin imaginar que las ojeras eran inocentes. Y quizás él también.

Arte en portada
Painting humanity, Charla Maarschalk

Suscríbete a nuestro newsletter y blog

Si quieres recibir artículos en tu mail, enterarte de nuestros próximos lanzamientos y apoyar nuestra iniciativa, suscríbete a nuestro boletín mensual para que lo recibas en tu correo.
¡Gracias por suscribirte!
Oops! Hubo un error en tu suscripción.