REGISTRO DEL TIEMPO
11/6/2025

Alasdair MacIntyre (1929–2025)

Alberto Ross

El 11 de noviembre de 2022, el profesor Alasdair MacIntyre impartió la conferencia “The Apparent Oddity of the Universe: How to Account for It?” en el marco de la Fall Conference organizada por el De Nicola Center for Ethics and Culture de la Universidad de Notre Dame. Como cada año, el auditorio estaba repleto de estudiantes y profesores interesados en escuchar las enseñanzas del filósofo escocés. En aquella ocasión, habló sobre la paradoja de un universo gobernado por leyes naturales que, sin embargo, permite singularidades de distinta índole que son imposibles de anticipar o explicar únicamente desde esas leyes. Agradeció a su esposa, la profesora Lynn Joy, y a su colega John O’Callaghan por su influencia en lo que escribió para esa noche. Ninguno de los ahí presentes sospechaba que aquella sería la última aparición de MacIntyre como keynote speaker en dicho evento. En las dos ediciones siguientes de esa conferencia, su nombre ya no apareció en el programa tras años de participación constante. Sus intervenciones públicas comenzaron a reducirse hasta que falleció el pasado 21 de mayo a los 96 años de edad en South Bend.

MacIntyre nació en Glasgow en 1929 e inició su formación filosófica en el Queen Mary College de Londres. Además, cursó estudios de maestría en las universidades de Mánchester y Oxford. Nunca obtuvo un doctorado y no lo necesitó para convertirse en una de las figuras más influyentes de la filosofía práctica durante la última parte del siglo XX y las primeras décadas del XXI. Tampoco fue necesario para dar cátedra en universidades europeas y norteamericanas como  Oxford, Princeton, Yale y Duke, entre muchas otras. En 1985, se incorporó como catedrático a la Universidad de Notre Dame, donde fue distinguido como Profesor Emérito en 2010.

El pensamiento de MacIntyre tuvo una muy buena acogida en varios círculos filosóficos, aunque es innegable que tuvo una resonancia especial en instituciones de inspiración cristiana, especialmente a raíz de su conversión al catolicismo en 1983. Su itinerario vital e intelectual fue muy interesante en ese sentido: pasó del anglicanismo en los años cincuenta al ateísmo en los sesenta y, finalmente, encontró su lugar espiritual en el catolicisimo durante los años ochenta. En esa época, también se acercó más a la filosofía tomista y fue uno de los principales impulsores de una especie de neoaristotelismo al que se sumaron otras voces filosóficas muy relevantes para el desarrollo de la filosofía práctica de nuestro tiempo. La propuesta de MacIntyre ha sido, sin duda, una de las referencias más importantes para la filosofía práctica contemporánea y para la tradición intelectual católica en épocas recientes.

La obra del profesor escocés fue prolífica e influyó profundamente a varias generaciones de filósofos interesados en cuestiones éticas y morales. Publicó o editó más de veinte libros y escribió más de doscientos artículos. After Virtue (1981) es, sin duda, su obra más emblemática, pero también es autor otros títulos que tuvieron gran impacto como  Whose Justice? Which Rationality? (1988), Three Rival Versions of Moral Inquiry (1990), Dependent Rational Animals (1999), God, Philosophy, and Universities (2009) y Ethics in the Conflicts of Modernity: An Essay on Desire, Practical Reasoning, and Narrative (2016). A lo largo de esta producción intelectual, MacIntyre desarrolla una aguda crítica a algunas concepciones de la ética moderna y propone rehabilitar la tradición aristotélica en el ámbito de la filosofía práctica, reinterpretada desde nuestro tiempo.

El legado intelectual de MacIntyre es, sin duda, valioso y se pueden destacar varios elementos relevantes de sus posiciones filosóficas. Mencionaré tres ideas que son un buen botón de muestra de su herencia para la posteridad. En primer lugar, es inevitable referirse a su propuesta de rehabilitación de la ética de la virtud y de algunos principios básicos de la filosofía práctica de cuño aristotélico. MacIntyre insistía en que el cultivo del carácter debía inscribirse en sociedades y comunidades narrativas que ofrecieran criterios de sentido y orientación para la vida humana. La racionalidad práctica, sostenía, no es simplemente un sistema de principios abstractos, sino que se encuentra siempre situada en tradiciones concretas que orientan la comprensión del bien humano y permiten el florecimiento de la virtud en estructuras sociales. El cultivo de las virtudes se da en comunidades y tradiciones específicas que permiten y orientan su florecimeinto. El desarrollo a detalle de estas ideas se encuentra en su libro After Virtue, aunque es una concepción de la felicidad recurrente en todas sus obras, lo cual marcó la pauta para que otros filósofos morales se sumaran a su cruzada por la rehabilitación de las éticas del carácter y la virtud.

Si bien Aristóteles fue una referencia constante y muy importante en la propuesta de MacIntyre, el filósofo escocés no se limitó a ser un mero repetidor de su pensamiento. En Dependent Rational Animals (1999), reconoce el valor y la influencia de la ética aristotélica, pero también señaló algunas de sus limitaciones. En particular, criticó la visión de que las personas virtuosas parecen no necesitar de los demás. De acuerdo con el filósofo escocés, Aristóteles precedió a Adam Smith y a muchos otros filósofos en la introducción del punto de vista de quienes se consideran superiores por su autosuficiencia y de quienes fijan sus criterios étitcos a partir de ella. Aristóteles sería pues, uno de los precursores de la incapacidad para reconocer la aflicción y la dependencia como elementos claves de la ética. Si bien somos seres racionales, también somos animales (como el mismo Aristóteles lo había señalado) y, por tanto, vulnerables y dependientes. Por eso, argumentaba, la ética debe incorporar virtudes como la misericordia, la gratitud y la solidaridad, que han sido tradicionalmente ignoradas. Frente al ideal de un sujeto autónomo, MacIntyre propuso una concepción del ser humano que puede desarrollar mejor su racionalidad práctica en redes de cuidado, reciprocidad y educación. En una época marcada por utopías tecnológicas como el transhumanismo y tantas otras que buscan eliminar toda forma de dependencia o vulnerabilidad humana, el pensamiento de MacIntyre constituye un recordatorio muy pertinente de los límites inherentes a nuestra propia naturaleza, los cuales deben de servir de punto de partida para nuestras reflexiones éticas sobre una vida lograda.

MacIntyre también ofreció reflexiones muy interesantes sobre las instituciones contemporáneas. En particular, sobre las universidades. Fue un crítico agudo del enfoque exclusivo en la investigación especializada, así como del managerialism universitario, especialmente cuando esta forma de gestión universitaria coloniza instituciones que, por su ideario, deberían estar comprometidas con una visión integral del saber y de la formación humana. Las tensiones entre el modelo de universidad orientada exclusivamente a la investigación y las exigencias de una universidad con identidad cristiana fueron objeto de su análisis en God, Philosophy and Universities, donde desarrolló una lúcida defensa de la universidad como lugar de búsqueda del bien, de la verdad y de la sabiduría en un sentido clásico y con una amplia perspectiva histórica. Este legado institucional constituye una herencia valiosa no sólo para Notre Dame, la universidad en la que enseñó e investigó los últimos años de su vida, sino para todas las universidades que se enfrentan a los dilemas de una cultura académica cada vez más fragmentada.

Los estudios sobre la obra y el pensamiento de MacIntyre, así como el diálogo con ellos seguramente continuará en los próximos años. Como dije, el filósofo escocés no hizo un doctorado, pero se han escrito varias tesis doctorales sobre su pensamiento alrededor del mundo, lo cual es una señal significativa. Hay buenas razones para pensar que esta inercia intelectual continuará, así como lo hará el diálogo de otros filósofos morales con la obra del porfesor MacIntyre, ya sea para retomar sus propuestas o para discutir con ellas. Su visión sobre la naturaleza de los derechos humanos y sus interpretaciones de algunos filósofos o tradiciones filosóficas han sido ampliamente discutidas. Este es, sin duda, un síntoma de que se trata de un pensamiento vivo que trascenderá a la muerte de su autor, a quien recordaremos con aprecio y admiración en distintas partes del mundo.

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