Número 22. Salvar el abismo.

Parvedad de la montaña

(Fragmentos del libro Viento ámbar)

Gabriel Bernal Granados

Poesía

Nubes distantes, árboles en lo profundo de la bruma,

el otoño bañado en la claridad del río.

¿Dónde está ella esta noche, tan hermosa?

Tu Mu


Me gustaba sentarme detrás tuyo

y ver tu espalda

de niña enamorada que desciende

o se acomoda

        en cadera de paloma

una cascada de agua detenida

tu pelo negro sobre tu blusa negra

Y me gustaba contemplarte

en el silencio

viendo tus manos acomodando tu pelo

sobre tu espalda negra detenida

En el sueño de tu espalda negra detenida

crece un jardín de cicatrices

pergamino suspendido bajo un estanque de signos

En el sueño de tu espalda negra detenida

se encuentran las razones legibles de tu historia

          que yo mismo deletreo

en el viento transparente que agita las raíces

de tu pelo negro sobre tu blusa negra


ە

se insinúa

        el clavel

que brota

       en el ojal

dolorido

        de la espuma

ە

Remansado en la cresta de las nubes

viento

en calma

      suspendido

entre las rocas

      signos aéreos

y algodones

      hechos de azúcar

ە

Tenue aguja de luz

teje una seda ambarina

entre las piedras sumergidas

de un templo que se yergue, enjuto,

a la distancia. La espiral de una nube

oscura lo corona de ortigas y la bolsa

fragante que se hunde en el té antes

de hundirse y aspirar la última línea del encino

que se adumbra en la mañana. ¿O se adocena

como un mulo trotando en la pradera

de una minúscula y precisa gota de sangre

o de rubor que ha brotado de mi mano llagada

por la arena? En un ardiente puño

preterido, sombra era de ébano

en un bosque que se hurtaba al cortejo

de la yedra. "Si el manzano, cartílago

del fruto", decía sibilino el rétor envuelto

en la bruma del cinabrio. Y ella me miraba

desde la sombra proyectada por los pliegues

de su manto, arúspice del viento. "Querría

comunicar con claridad las visiones

que han concurrido a la fogata

de mis sueños; doncella presurosa

que anida en las esquinas más oscuras

y más humedecidas de los lentos

pasadizos del verano o del ocaso,

da lo mismo." Ella se niega y se desdice

en el andén, a punto de subir por la ladera,

en la montaña o en el tren que la conducirá

a una dimensión lejos de mí y lejos

de las formas que entretiene el cantar

de las cigarras. Unos niños cantores

en un coro de Viena aniquilan la vastedad

de lo enunciado y nos condenan a bajar

por las humildes espirales de un tiempo

que esconde el mineral de nuestra ruina.

ە

Sed de un horizonte enternecido

por el débil mandato de la piedra

ە

Arboreces y eso significas :

un osario

en la nieve dispersa del verano

reflejo de un candil o reverbero

situado tras la fronda

de unos párpados cerrados

arboreces y eso significas :

una forma de azul

en el canto anochecido de mi cuerpo

ە

Sentir el peso de tu cuerpo insumiso sobre el mío

a la hora en que baja la marea

y escuchar el susurro anegado de tus labios

unciendo de clamores la barcaza de mi espalda

tu lengua en otro tiempo almibarada

hilando en el taladro de mi boca

crótalo de rosa que vulnera

los ecos desvaídos de mi carne

poema en que florecen conjeturas

de un mes de marzo ya lejano

como el capullo de los muertos que aflora

donde la hierba responde a los golpes del arado

los riscos arañaban las caras contrarias de tus muslos

enumerando así la secreta concordancia

entre el viento de abril y la montaña

Mariana era el nombre transparente que se urdía

entre los minerales semejantes y las avenidas devastadas

cipreses construidos con el polvo

de aquello que fuera en otro tiempo

                            catedrales y moradas

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