Una poeta
que huele al jardín de las Delicias,
en ese puente colgante, me lee a un Gonzalo Rojas,
uno de sus poetas más amados.
El Bosque de las Ninfas,
así llama a ese espacio escondido en las Lomas.
El parque guarda un silencio ajeno
nada ahí entra
más que ella quien sabe el enigma y la fantasía que le dio.
¿Cómo es que nunca te pregunté porque nombraste así a tu pequeña utopía?
Después me leíste a Lizalde y a Pessoa, y me dedicaste ese libro de tapas moradas.
La poeta era blanca como la nieve,
un tono de piel único, nunca lo he vuelto a ver y sentir,
salvo en las dos hermosas hijas que concebimos.
La poeta me miraba con una tristeza infinita
no sé de dónde tanta melancolía
el mundo no le correspondía
no era justo con esa inocencia de ninfa en su bosque.
Leemos a Pessoa y el mundo se puede venir abajo.
Leemos a Lizalde y la pasión nos envuelve, es la llama viva.
Devoción por la Diosa,
amor por la ninfa.
¿Por qué me trajiste a este puente colgante?
Abajo hay un barranco
un pequeño acantilado
un hoyo negro.
Nunca me advertiste que un día caerías. No lo sabíamos,
el tiempo estaba suspendido por esa luz eterna.
Y tu voz, que en ese momento sonaba a Rojas y Pessoa y Trakl.
¿Cómo íbamos a saber que siempre nos uniría la poesía,
aunque no estuvieras con nosotros?
(para Una Pérez Ruiz)