Número 22. Salvar el abismo.

Mística y utopía (o Gog y Magog hoy)

Silvana Rabinovich

Dossier
A partir del jasidismo y de Martin Buber, la filósofa Silavana Rabinovich mira en la tradición mística del judaísmo y su lectura de la Biblia hebrea un foco de resistencia utópico anarquista, que a lo largo del tiempo mantiene viva la presencia de Dios contra los poderes destructores que representa la figura de Gog en el profeta Ezequiel, una metáfora de las fuerzas apocalípticas que hoy amenazan al mundo y que Rabinovich ilustra con la actuación de Israel y Estados Unidos en la guerra en Gaza.

Entre los libros de Silvana Ravinovich recomendamos La Biblia y el dron. Sobre Usos y abusos de las figuras bíblicas en el discurso político de Israel (2020), y Trazos para una teología política descolonial (2021).

En 1941 Martin Buber publicó una crónica de ficción que se inspiraba en debates apocalípticos que habían tenido lugar en medios del movimiento místico judío conocido como “jasidismo”. Surgida en Polonia, en el siglo XVIII alrededor de un rabino conocido como Israel Baal Shem Tov, esta corriente cuestionaba la hegemonía intelectualista en el judaísmo, proponiendo también una relación con Dios a través de manifestaciones afectivas y corporales (la música, la danza, las narraciones) que ponían el acento en la intención-atención del ser humano hacia Dios y que en hebreo se dice kavaná. El jasidismo (término hebreo jasidút, traducible, en parte, por “devoción”) podría pensarse como una versión judía del pietismo.

1941: año de publicación de la obra, marca en el calendario tiempos convulsos para el mundo. Alemania invadió la Unión Soviética, Heydrich (uno de los mandos de las SS) terminó la redacción de la “solución final al problema judío” que pondría en marcha el exterminio de las víctimas en las cámaras de gas, iniciado ese mismo año en Auschwitz. Por su parte, Estados Unidos declaró la guerra a Japón.

En ese contexto mundial, el traductor al alemán de los cuentos jasídicos, exiliado de Alemania y radicado en Jerusalén desde 1938, decidió evocar la perspectiva utópica inherente a la mística judía. Ambientada en la invasión de Rusia por parte de Napoleón (en 1812), la crónica ficticia Gog y Magog1 echaba una luz original (en ambos sentidos del término: impensada a la vez que remitía a las raíces del judaísmo religioso) sobre el momento en que se publicó la obra.

1812: Napoleón llega a una Moscú fantasmal. Casi 130 años más tarde —en 1941— Hitler casi llega a Moscú con la fracasada operación Barbarroja. Escribo estas reflexiones 84 años más tarde, mientras la extrema derecha en el autodenominado “Occidente” desafía al mundo con saludos nazis, el gobierno genocida del Estado de Israel se entiende con gobernantes europeos fascistas y antisemitas, y las ansias imperialistas del magnate de Washington, que fue votado democráticamente, pacta planes neocolonialistas —por teléfono— con su histórico enemigo… el de Moscú.2

El título de la crónica buberiana de ficción alude claramente a una profecía apocalíptica de la Biblia hebrea (Ezequiel, 38-39). Se trata de un personaje temible conocido como Gog de la tierra de Magog, que desencadena una batalla cruel en cuyo desenlace triunfa Dios.3 Cabe destacar que este relato sucede al capítulo de la profecía del valle de los huesos secos (Ezequiel 37). Un mundo se termina y otro se gesta como promesa: he aquí el componente utópico del discurso profético. Utopía como crítica implacable de un presente en el cual la humanidad agoniza en Europa: final de una época en decadencia, semilla mesiánica de otro tiempo por venir.

Además de practicar un judaísmo que incomodaba al jasidismo institucionalizado, Martin Buber era un pensador socialista utópico que traducía al mundo exterior la promesa gestada en esta forma de vida piadosa de los judíos campesinos que sólo reconocían a un soberano: Dios. El socialismo de Buber, cultivado en su amistad con Gustav Landauer, era un socialismo profético.4 La interpretación desde la mística judía —fiel a la advertencia que hiciera el profeta Samuel a los ancianos que fueron a exigirle “un rey como todos los pueblos” (1 Samuel 8, 10-18)— se caracteriza por una irreverencia hacia cualquier autoridad que no sea la del mismísimo Dios. Así, la crónica del filósofo, autor de Yo y tú, ilumina la mirada irreverente de estos campesinos, habitantes de un villorrio judío en Polonia (un shtétl) que se reunían en torno a la figura de un rabino al que llamaban “el vidente” (en hebreo: hajozé).

La metáfora óptica es clave: por un lado, está la providencia divina (los ojos de Dios, atento a su Creación); por otro lado, el deber de los hombres, mujeres y niños, de aprender a mirar la vida desde ángulos poco explorados. Los olvidados del sistema tienen una libertad para posicionar su cuerpo desde ángulos impensados que les permite vislumbrar aquello que los incluidos, desde sus cómodos lugares, no alcanzan a ver. Desarrollan una mirada insumisa que escudriña en los pliegues y encuentra en ellos semillas, promesas. Me refiero a los niños, que —como narra aquella leyenda— le enseñan a leer a su maestro los gestos de las letras.5 O a tantas mujeres (como la famosa Bruriah, del siglo II) que irrumpen de vez en cuando en las conversaciones de los hombres para hacerles patente, con un gesto, un acto o una metáfora, un razonamiento que no habrían podido alcanzar. Esa costumbre de leer entre líneas, de interpretar la parte blanca del texto, de captar el movimiento del cuerpo de las letras, lo vivo en la escritura, es posible por la devoción irreverente que da lugar a otra forma del respeto (y del temor piadoso que se encuentra libre de cobardía). Poner el cuerpo en la lectura es habilitar la sinestesia como fuente de sentido.6

Como narra Buber en Gog y Magog, esta práctica de lectura tiene la habilidad utópica de imaginar otros mundos. Así, en un pueblito nunca alcanzado por los reflectores de la sedicente “Historia universal”, un rabino y sus discípulos intentaron acelerar el final de su tiempo: por medios teúrgicos unieron fuerzas en un ritual (que fracasó). Ahora bien, en la práctica de lectura mística, aquella que escucha los ecos de las letras en la parte blanca de la Escritura, hay un pasaje iluminador:7

En la vigilia de Purim de 1812, durante la lectura pública del libro de Ester, al llegar a las palabras Nafol tipol ("tú caerás, tú caerás"), que dijeron a Hamán su mujer y sus amigos, el maguid de Kosnitz se interrumpió para decir: Napoleón tipol ("Napoleón: tú caerás"). Hizo una breve pausa y siguió el discurso.

Hacia la misma hora, Napoleón planeaba la división del gran ejército que debía emprender la expedición contra Rusia, división que fue anunciada una semana después […].

1812, desde los márgenes, narrado en 1941 y releído en 2025… La promesa de justicia, el fin de los imperios acariciado por la utopía rabínica, radicalizada por la lectura mística, exhorta a imaginar otro mundo necesario.

El viernes por la tarde, antes de cantar el salmo del Sábado se dice: “es bueno dar gracias al Eterno”. El maguid dijo: “Sobre la tierra se sigue discutiendo acerca del paso de los franceses por Beresina y su derrota. Nosotros, en cambio, no hablamos, nosotros decimos…” y entonó el salmo. Con gran fuerza pronunció las palabras: “Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan todos los malhechores, serán destruidos para siempre. Tú, en cambio, oh Eterno, eres excelso por siempre. Porque tus enemigos, oh Eterno, perecerán, los malhechores serán dispersos”. Más tarde, en la mesa, dijo: “Nosotros nada tenemos que ver con los franceses o rusos. Nosotros únicamente nos preguntamos quién es malvado, quién es malhechor, quién es enemigo de Dios. Nosotros nos levantamos contra la violencia que despierta y alimenta en las almas de los hombres la impiedad y la hostilidad para con Dios, porque la impiedad y la hostilidad habitan en el corazón de cada hombre, en el nuestro como en el de los demás. La lucha contra los enemigos de Dios es la lucha contra la violencia que hace crecer en las almas la impiedad y la iniquidad. Al verla germinar y florecer, en eso mismo debemos reconocer el anuncio de su caída. […] No cabe alianza entre Dios y la maldad” (p. 346).

Leer en la oscuridad de nuestros días, días en los que la “solución final” se piensa y consuma en la lengua bíblica secularizada, en otro continente, en una tierra que —en lugar de santificarla con actos— es sistemáticamente profanada, las advertencias de esta crónica de título apocalíptico iluminan.

“No cabe alianza entre Dios y la maldad”, no ha lugar la sumisión del “Dios de los ejércitos” (del sol, la luna y las estrellas) al rango de oficial de un ejército colonial de ocupación. La teología política nacional colonial de Israel, adoradora del Moloch, en su idolatría de la industria bélica, mancilla todos los días la mirada utópica cultivada durante siglos de exilio.

Martin Buber fue consecuente con su pensamiento religioso, ético y político. El autor de Yo y tú advirtió en Gog y Magog sobre la potencia del genuino amor a Dios, y cultivó la confianza en lo humano. En su palabra política advirtió de los peligros que alberga la degeneración de la herencia profética por un supremacismo que mancilla y roba la soberanía al único Soberano del mundo (ribón olám). Amigo del socialista utópico Gustav Landauer, Buber invocó la vía de los esenios para vivir en una tierra para dos pueblos.8 En las filas del sionismo, tras la huella de su amigo, autor de La Revolución, en honor a su enseñanza, promovió, contra el colonialismo europeo impuesto por los líderes sionistas pragmáticos, una organización política idónea para Palestina: la confederación de comunidades autónomas de la Gran Siria. Su agrupación logró disuadir, en 1946, a la Comisión Anglo-Americana, de la partición de Palestina (propuesta que fue enterrada el 29 de noviembre de 1947 por la resolución 181 de la ONU).

Hoy Gog habla en hebreo y traduce al inglés; la apocalíptica sionista se arroga el poder de Dios creyendo borrar Su imagen y semejanza en el rostro de sus víctimas. Sin embargo, lo único que logra es borrar la imagen y semejanza de Aquél en el rostro de los propios hijos. Pero no nos confundamos: Gog de la tierra de Magog, tiene una función asignada por Dios en la Biblia, según profetiza Ezequiel 39, 23-24:

Y sabrán las naciones que la casa de Israel fue llevada cautiva por su pecado, por cuanto se rebelaron contra mí, y yo escondí de ellos mi rostro, y los entregué en manos de sus enemigos, y cayeron todos a espada. Conforme a su inmundicia y conforme a sus rebeliones hice con ellos, y de ellos escondí mi rostro.

Distingamos, con el filósofo Günther Anders, dos tipos de apocalípticas: por un lado, la apocalíptica bíblica, que en este caso leemos en Ezequiel, una apocalíptica que confía en Dios y espera el fin de los tiempos; por el otro lado, la apocalíptica sin Dios, sin mística ni utopía, el tiempo gélido de una espera aterrada que Anders llamó el tiempo del fin.

1941, entre 1812 y 2025: evocación de un fin del tiempo utopista y místico en la crónica agonía de este tiempo del fin.

1 Martin Buber, Gog y Magog, ed. Ega, Bilbao, 1993.

2 Se sabe que Napoleón tenía debilidad por el juego de ajedrez (llegó a jugar contra el autómata construido por Wolfgang von Kempelen, que Poe eternizará en “El jugador de ajedrez de Maelzel”). Por su parte, Donald Trump que —como mal jugador— no sabe perder, tiene una cadena de casinos.

3 Trabajé detalladamente esta lectura bíblica en mi capítulo “El fin y los miedos (o el mito de Gog y Magog hoy: una decisión urgente ante el fin de los tiempos)”, Mito, épica e identidad. El presente como metáfora del ayer, UNAM, IIFL, México, 2019, pp. 143-164. Ed por Shekoufeh Mohammadi.

4 Desarrollé este concepto en el capítulo “Semillas mesiánicas: el socialismo profético de Martin Buber y Gustav Landauer”, En ningún lugar y en todas partes. Utopía y socialismo, un horizonte compartido, UNAM, IIFL-IIH, UAM-C, México, 2020, pp. 263-281. Ed. por Carlos Illades, Rafael Mondragón y Francisco Quijano.

5 Desarrollé esta figura en el artículo “Gestos de la letra: aproximación a la lectura y escritura en la tradición judía”, Acta Poética 26-1 (2006), pp. 93-120 https://revistas-filologicas.unam.mx/acta-poetica/index.php/ap/article/view/165/164

6 Desarrollé esta figura en el artículo “El benjamín de la filosofía ante el tesoro del mesianismo revolucionario. (Una lectura de Walter Benjamin a través de algunos escritos sobre literatura infantil)”, Interpretatio. Revista de Hermenéutica 4-2 (2019), pp. 25-36 https://revistas-filologicas.unam.mx/interpretatio/index.php/in/article/view/171/283

7 Buber, op. cit., p. 339.

8 Martin Buber, Una tierra para dos pueblos, Sígueme-UNAM, Salamanca, 2009.

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