Número 22. Salvar el abismo.

El mar en el cuerpo femenino

Cecilia Jaime González

Miscelánea
A través de un exhaustivo recorrido por la mitología griega y romana, por poetas, narradores y cineastas contemporáneos y penetrantes observaciones filológicas, Cecilia Jaime González nos adentra tanto en los misterios femeninos que habitan en el mar como en los misterios del mar que habitan en lo femenino. Su análisis es también una recuperación de la poesía y sus narrativas como un método de conocimiento del que el excesivo racionalismo nos ha privado.  

Sal de Ítaca, Penélope. El mar también es tuyo
Carmen Losa

El mar es violáceo, canoso, purpúreo, de olas enfurecidas o calmo, y nos contiene en casi todo lo que somos: origen y fin de la vida, cuerpo, genitalia, emoción. En múltiples metonimias intercambiamos contenidos y continentes. Sófocles señaló como la primera habilidad del ser humano la de enfrentarse al mar incluso en el invierno y cruzarlo en busca de su destino. Parece que el mar, para los griegos, resulta la medida de todas las cosas: es el círculo cosmogónico de Océano que circunda el escudo de Aquiles; Máximo Brioso explica que una de sus orillas es el límite del mundo. La otra, sin embargo, es un enigma una vez que se atraviesan las columnas de Heracles en el estrecho de Gibraltar. Advierte que “quien navegue por el Océano sólo podrá desembarcar en la orilla de acá, nunca en la de allá”, pues allá es el espacio liminal que habitan los seres híbridos o monstruosos. El mar también es el lugar de fecundación de la diosa Afrodita; todas las superficies líquidas están contenidas en los ojos de las ninfas nereidas u oceánides. El mar es territorio, cuerpo y emoción y el cuerpo femenino es permanentemente penetrado por él-ella.

Este acuoso concepto está contenido en varios sustantivos griegos: Homero en el primer canto de la Ilíada lo llama hala dían (el mar brillante, el divino mar). En la Teogonía de Hesíodo, el ponto es el mar abierto, con mayúscula el mar negro; es hijo, por partenogénesis, de Gea; kolpos es el golfo y de ahí el vientre materno; pélagos, el alta mar; hals, en masculino, el agua salada, en femenino el mar, sobre todo cuando es visto desde la tierra; thálassa, el agua marina, es el término más general para designar el mar, pero el de etimología más oscura, de supuesto origen macedonio. Es también una entrada al inframundo. El mar es polivalente, su fuerza es tan ilimitada que ni siquiera una divinidad tan poderosa como Poseidón fue suficiente para expresar por sí solo tanta potencia, por lo que se requirieron más divinidades para materializar lo versátil y lo grandioso del mar: Nereo, Proteo, Tritón, o Glauco, todos ellos expertos en el arte de la metamorfosis y dotados de poderes oraculares, fueron, probablemente, daimones prehelénicos sometidos a la potestad del dios aqueo; pero también diosas como Afrodita, las trescientas náyades o las ¿cincuenta? ¿trescientas? oceánides, sucesivas generaciones de ninfas de agua, muestran el lado femenino del mar y sus expresivos nombres, como explica Miranda, “evocan quizás los diversos aspectos que definen el mar: salado, blanco, triste, hermoso, amable, rápido, etc., aunque algunas interpretaciones quieran descubrir en ellas la personificación de las innumerables olas del mar”.

Aurora Luque, poeta brillante, profesora y traductora de griego, publicó para Acantilado el libro Aquel vivir del mar. El mar en la poesía griega. Antología. En este libro compila y traduce todos los fragmentos de la literatura griega en los que el mar aparece como protagonista. Navegar este libro es un delicioso periplo por el personaje que vincula autores, géneros, temas, esquemas métricos y estilos. De la lectura de este deleite surgió la idea del presente ensayo. Quise voltear al mar para observar la mirada de las ninfas que, como describe Béquer, llevan todos los tonos del mar en los ojos y que ellas me guiaran por las profundidades del abismo que habitan.

El mar en ellas

Long afloat on shipless oceans
I did all my best to smile
'Til your singing eyes and fingers
Drew me loving to your isle

Tim Bucley
Escena de la película Candy

El epígrafe que inicia este apartado es la primera estrofa de la canción “Song to Siren”, que describe una aterradora entrega a un amor no correspondido. Fue escrita en 1967 por Tim Buckley y Larry Beckett. Es parte del soundtrack de la película Candy, una historia adaptada de la novela del escritor yonqui Luke Davies, Candy: A Novel of Love and Addiction. Dirigida por Neil Armfield y protagonizada por Heath Ledger y Abbie Cornish

Tim Buckley muere por sobredosis de drogas en 1975. Candy, una joven estudiante de arte se vuelve adicta a la heroína mientras sostiene una relación con el joven poeta Dan. La película se estructura en tres actos: Cielo, Tierra e Infierno, pero el mar, que alberga a las sirenas, siempre circunda a los protagonistas. Candy, atrapada por el canto de las sirenas, llega a convertirse en prostituta de tiempo completo para que Dan pueda mantener la entrada de drogas constante. Delgadas sirenas que abrazan fuerte y pierden a quien intente navegar sus aguas. Apenas conocerlas, todo lo demás no importa. Así lo muestra una pintura pompeyana en la que la nave de Ulises pasa entre tres islas ¿las islas Galli? que tienen una sirena cada una. La pintura representa la bruma que invade el momento captado para producir la alucinación auditiva y con ello la perdición de los marineros. Podemos ver en esa pintura incluso esqueletos de antiguas víctimas.

Escribe William Butler Yeats

A mermaid found a swimming lad,
Picked him for her own,
Pressed her body to his body,
Laughed; and plunging down
Forgot in cruel happiness
That even lovers drown.

En la Odisea, el libro que más influencia ha tenido en toda la literatura occidental y una extraordinaria epopeya marina, casi todas las tentaciones del mar son femeninas. Todas prometen u ofrecen tentaciones humanas: las sirenas, la verdad, el conocimiento del pasado, el presente, el futuro; Calipso la inmortalidad, la divinidad; las ninfas el placer; Circe, los pasos para llegar al camino de vuelta; será la doncella Nausícaa quien ofrezca la única ayuda humana posible.

Menandro escribe:

El mar,
el fuego
y —el tercero de los males—
la mujer

(Trad. Aurora Luque).

Lo cierto es que las mujeres no podían navegar, se tienen algunas referencias, entre ellas en Sobre los sueños de Aristóteles, que, durante el proceso de menstruación, la mirada de una mujer se deformaba, “pues en los espejos que están muy limpios, cuando, al llegarles la menstruación a las mujeres, dirigen su mirada al espejo, se produce en la superficie del espejo como una nube sanguinolenta”. Como por simpatía cósmica, la menstruación está asociada al ciclo lunar y la luna a las mareas, de modo que subir a una mujer a un barco era una amenaza constante de perdición.

Mar adentro

…salí súbitamente del agua. Iba a ir hacia los vestidores, pero no alcancé a llegar. Sin decisión personal de por medio, me quedé sentada sobre las gradas de madera, con los googles y el gorro en la mano. Estaba quieta y despavorida, chorreando agua por todos lados. La respiración alterada. Me quedé observando a los nadadores que iban y venían y, de repente, sin ningún aviso de por medio, me eché a llorar.

Cristina Rivera Garza,
El invencible verano de Liliana

Escenas de Tres colores. Azul

En el epígrafe de este apartado, Cristina Rivera Garza describe la catarsis (por el dolor de la muerte de su hermana) ocurrida al finalizar uno de sus entrenamientos de natación. En Tres colores. Azul, una de las grandes películas de los años noventa, dirigida por Krzysztof Kieslowski, Julie Vignon-de Courcy —en una excelsa actuación de Juliette Binoche—, tras sobrevivir a un accidente automovilístico y haber perdido a su esposo y a su hija, empieza a frecuentar una piscina de un azul profundo para nadar sola. Cuando parece que el dolor la abruma más se sumerge unos instantes para luego seguir nadando.

Durante toda la película, nosotros, como espectadores, asistimos al intento de liberación del personaje de este horrible suceso. Carlos Díaz Arasanz nos explica que el recurso formal más recurrente en esta primera entrega de la trilogía, es el uso del color azul que impregna toda la película de tonalidades y luces que desprenden el color azul y bañan a los personajes, especialmente a la protagonista. Kieslowski otorga un doble significado a este color para representar la dualidad de los sentimientos, para Díaz Aranz expresa tanto los recuerdos y el dolor que la anclan al pasado como la libertad que aguarda al final del oscuro túnel que transita a lo largo de la película.

Lo cierto es que tanto a Cristina Rivera Garza, como a Julie Vignon-de Courcy, la protagonista de Tres colores. Azul, el agua les ha tocado toda la piel, es decir, les ha recorrido propiamente toda su superficie, el límite externo de lo que las compone como seres humanos, lo que nos sirve como sustrato de nuestro color y nuestra textura, que, sin lugar a duda, está íntimamente relacionada con el mar. Frix, frikós, en griego, es el concepto que designa el ligero estremecimiento de la superficie del mar o incluso el encrespamiento de las olas. Friké es también el escalofrío, el estremecimiento de nuestra propia superficie, un movimiento involuntario de todo nuestro cuerpo, el erizarse de terror. Es una emoción, pero también alude a un síntoma físico y es una experiencia visible para los demás.

La unión de esas dos superficies (agua y piel) permite percibir dos entes como algo unitario y las funciones psíquicas relacionadas con los sentimientos, se vuelven concretas mediante los estremecimientos que revelan profundos estados de tristeza.

En la superficie del mar ocurre todo, todas las emociones son legítimas. Aquiles mismo llora desgarradoramente la muerte de Patroclo. Lo hace en la orilla del mar, pues espera el consuelo de su madre. Este semestre tres estudiantes me entregaron un trabajo en el que analizaban este fragmento del canto XVIII de la Ilíada a través de la psicología del color. Descubrieron que el dolor de Aquiles es contagioso, que se tiñe de colores como el negro, el rojo, el gris y el azul y que es sólo cuando alcanza su mayor profundidad cuando logra ser escuchado por Tetis y las nereidas que habitan el fondo del mar y rompen en llanto. La madre de Aquiles emerge para consolar a su hijo, que, transformado en plañidera, derrama sus lágrimas en el mar.

Canta Homero que Tetis

con presteza emergió como una niebla
del agrisado mar y se sentó a su lado —lloraba todavía—
y con su mano lo acarició y le dijo —¿Por qué motivo
lloras, hijo mío?
¿Qué dolor se ha metido en tus entrañas?
Háblame, no lo guardes en tu mente; sepámoslo los dos.
(Trad. Aurora Luque).

Así, Tetis y las nereidas pueden ser pensadas como representantes de aspectos maternales del mar. El mar se vuelve, entonces, para los psicoanalistas, también una representación de la figura de la madre, nutricio. Una de las palabras para definirlo, kolpos, es el golfo, la bahía, la cavidad; pero también el vientre o el regazo. Para los griegos, todas las criaturas tienen su origen en el océano cosmogónico. Aprendemos a nadar antes que a caminar y el primer sonido que escuchamos es el del agua en nuestra bolsa amniótica. Así, el mar será el vientre que reciba de nuevo, muchas veces, a quienes sufren penas o desasosiegos amorosos y deciden lanzarse al mar para acabar con su vida y su pesar. En la Odisea leemos cómo la devastada Penélope desea ser arrastrada por la corriente del mar para no extrañar más a Odiseo. Es el primer deseo de muerte expresado en la literatura. Pero será la desdeñada Safo quien por primera vez se arroje desde la roca de Léucade a un mar de olas purpúreas para ser retratada por toda la historia del arte.

La perturbación del mar en el griego de Homero es táragma, el término sufrió un desplazamiento semántico en las tragedias para significar también la agitación anímica, la ansiedad. Es lo que insufla Dionisio en las ménades al producir el éxtasis báquico. Es la que tiene el mar cuando Hero enciende su lámpara en pleno invierno y Leandro tiene que arrojarse al mar y cruzarlo. Cuenta Museo que era de noche y los vientos soplaban con sus ráfagas invernales para precipitarse sobre el mar. En su rodar, una ola daba alcance a otra y fundía con ella sus aguas. Estaban fundidos el éter y el mar. El bramido de la sonora mar no tenía fin y aún así, Leandro se arrojó al ver la señal de Hero que exigía su presencia nocturna. Esta descripción de la tormenta es calificada de sublime por Pseudo-Longino. El polisíndeton, presente en el griego, acelera el curso de las acciones y equipara el estrépito de las olas con la respiración agitada de Leandro. La misma ansiedad se hace evidente en la pintura Hero y Leandro de Rubens.

Escribe Meleagro

—Ola de amor amarga, celos que me alentáis sin desaliento,
Alta mar del deseo tormentosa, ¿a dónde me arrastráis?
Desgobernado queda sin remedio el timón de mi pecho.
¿Divisaré otra vez a la sensual Escila?
(Trad. Aurora Luque).

En cambio, Virgilio explica que el ritmo de una respiración relajada coincide con el vaivén de un mar tranquilo. Apolonio de Rodas nos cuenta que la propia Circe, alterada por sus sueños nocturnos, purificaba su cabeza con las aguas del mar para tranquilizarse.

Vemos, pues, cómo el comportamiento del mar, su estado, nos ofrece las palabras exactas para referir nuestras emociones más profundas: tristeza, terror, ansiedad, desesperación. La superficie del mar coexiste con nuestra propia superficie epidérmica y en ambas se dibujan los síntomas del estremecimiento. En las mareas del mar habitan también nuestras agitaciones del alma o nuestras peores perturbaciones, pero también el mar nos enseña a vivir tranquilos acompasando nuestra respiración a su oleaje.

El mar en el cuerpo

Mi pubis esbozó una carcajada franca, gozosa, impúdica para él. Yo me saboreaba su fascinación, su mirada eréctil que me esculpía como una estatua viviente. No pude resistir más. Al borde del naufragio, intenté atraerlo hacia mi interior para que juntos nos ahogáramos. Mi hombre dio un salto hacia atrás. Su cuerpo antes vigoroso era ahora el de un chiquillo: “Nunca he violado a una niña”, gimoteó incapaz.

Ana Clavel, Las ninfas a veces sonríen

Nacimiento de Afrodita, Odilon Redon (1840-1916)

Cuenta Hesíodo que Afrodita nació de Urano, cuando su hijo Cronos, después de mutilarlo, arrojó al mar sus genitales. El esperma del dios castrado fecundó la espuma de las olas del mar y en ellas engendró a esta diosa de radiante belleza. Dicha historia explica el significado de su nombre pues aphros significa “la espuma”. Afrodita es, pues, hija del cielo y la mar, así, femenina. Podemos verla en algunas representaciones artísticas naciendo en el mar, su cuerpo emergiendo de una concha, a modo de un huevo, con Hermes a la izquierda y Poseidón y Eros a la derecha. Ella es la diosa que infunde el deseo y su poder es universal, actúa sobre dioses, humanos y animales. Afrodisiacos son —al menos en el imaginario— muchos de los productos del mar: ostiones y mariscos en general. Así fue desde la Atenas clásica. James Davidson explica que la comida del mar carecía de una historia o un papel preponderante dentro del ritual o la religiosidad griega y por ello era libre para que se jugara con ella en varios planos de interpretación. Los alimentos marinos siempre fueron muy deseados y fetichizados de manera sexual. La manía por el pescado era comparable a la manía por el sexo y por las mujeres. Hay que recordar que es Eros quien infunde el amor entre varones y es Afrodita quien actúa para infundir el deseo entre hombres y mujeres. Así, los productos del mar no sólo se consideraban afrodisiacos, sino que aludían metafóricamente a órganos y actos sexuales o a cortesanas. Hay una lista de animales marinos que fueron utilizados, sobre todo en la comedia griega, para referir genitales femeninos: el pez llamado kallionymos podía representar tanto los genitales femeninos como los masculinos, konche se usó para una variedad de cavidades corporales (la cuenca del ojo, por ejemplo), pero la cavidad rosada o roja de una concha marina aludía, sin duda, a una vulva. Hiponacte usó al erizo (brysson) para esta misma alusión. Y las anchoas (afyai) equivalían a cortesanas, prostitutas.

Epicarmo escribe:

Está trayendo todo tipo de mariscos,
lapas, aspedoi, krabyzoi, kikibaloi, chorros de mar,
vieiras, percebes, conchas moradas, ostras con los labios bien cerrados
—son difíciles de dividir, pero fáciles de devorar—.

Lo cierto es que el mar está cargado de erotismo y las ninfas nereidas, como la de Ana Clavel en nuestro epígrafe, encarnan el deseo sexual; por eso los psiquiatras franceses decidieron en el siglo XVIII nombrar como ninfomanía la hipersexualidad femenina, ya que son justamente las ninfas las deidades que en la mitología más buscan seducir, se unen frecuentemente con los silenos en cuevas propicias para los encuentros amorosos. Teócrito nos cuenta cómo el propio Cíclope desea que su madre lo hubiera parido con branquias para besar la mano de Galatea (si es que ella no quiere un beso en la boca). Incluso le promete que aprenderá a nadar. Todo por estar con ella y comprender por qué le es grato habitar el abismo. Evelyn Ortega, una querida exalumna, me enseñó que en realidad el color de los ojos de las ninfas no es azul, sino el de todas las tonalidades acuáticas, y que es así porque una ninfa tiene forma de mujer, pero no es una y en algo debían distinguirse del resto de los humanos. Evelyn, en el comentario que hizo sobre los ojos de la ninfa de Béquer, me explicaba que hay una fuerte tradición cromática sobre las divinidades: Atenea y sus glaucos ojos, Aurora y sus rosáceos dedos, Iris y su amplio espectro de colores. Para Anacreonte las ninfas tienen ojos de un azul profundo y mejillas rosadas, en el himno órfico tendrán ojos celestes, en las Imágenes de Filóstrato el viejo describe la blancura en su piel, Nonno de Panópolis nos describe a una náyade cuyo cuerpo es de un color similar al agua. Por eso se forjó la idea de que las ninfas presentan alguna coloración similar al entorno que habitan.

Las ninfas en su naturaleza híbrida, mediadora y ambivalente son ambiguas, son inocentes y a la vez letales, vírgenes y amantes, eternamente jóvenes, pero a la vez milenarias. Son capaces, incluso, de raptar a quien deseen, como el caso de Hilas, pero también son las principales víctimas de raptos. Suelen bañarse desnudas en ríos como Aqueronte u Océano. Por eso se convertirá en un ritual de paso para las mujeres que van a casarse bañarse desnudas en ríos o con agua de ciertas fuentes, —transportada en bellísimos lutróforos decorados con núbiles cuerpos de ninfas— a fin de entregar su virginidad al agua divina.

Ana Clavel tiene un ensayo extraordinario, Territorio Lolita, que recorre el concepto de ninfa desde la mitología griega hasta la modernidad en la que a partir de las Bobby-soxer y las teen-ager de Navokov y Balthus, asociadas a nínfulas, se crea todo un imaginario en el heteropatriacado. Dice Jane Billinghurst que para Humbert todo en Lolita es un canto de sirena. “¿Por qué su modo de andar […] me excita tan abominablemente?” —se pregunta.

El erotismo también se deposita en las islas, —creaciones de Poseidón, según Calímaco, cuando el dios removió con su tridente las raíces de las montañas. Tienen género femenino y aparecen muchas veces erotizadas. Para Fernand Braudel, son universos excesivos y durante la campaña #Homero2019, lanzada en twitter por Pablo Maurette en la que leíamos cada semana un canto de la Odisea y comentábamos entre todos nuestras apreciaciones, Carolina Sanin @SaninPazC, opinaba que, en Ogigia, isla habitada por Calipso y el ombligo del mar, la gruta de Calipso era el sexo de Calipso. Que en la Odisea había una cueva digestiva (la de Polifemo) y una genital. Incluso es una isla, Lesbos, patria de Safo, la que da nombre a la orientación sexual.

Pero también fue el mar el que empezó a diseñar la monstruosidad en híbridos cuerpos de naturaleza femenina: las sirenas eran al inicio aves con cabeza de hermosa y joven mujer. Su hibridación fue ampliándose para que mostraran los pechos, tuvieran brazos para sostener instrumentos o espejos, y comenzaran la vanidad y la coquetería como atributos. Llegó al final hasta la cintura. Para Brunetto Latini eran, en realidad, tres meretrices que engañaban a todos los que se cruzaban en su camino, que tenían alas y garras en representación de Amor, que vuela y hiere; y que vivían en el agua porque la lujuria está hecha de humedad.

Madeline Miller, en su reivindicadora novela Circe, relata que es la propia ninfa quien convierte a su hermana Escila en un monstruo marino. El canto XII de la Odisea narra que Escila está emboscada en el estrecho de Mesina (que separa la Sicilia de la península itálica), describe que “tiene doce pies deformes y seis cuellos largos salen de su tronco, y a cada cuello va unida una cabeza horrible, y en cada boca, llena de la negra muerte, hay una triple fila de dientes numerosos y apretados. Está sumergida en la abierta caverna hasta los riñones, pero saca hacia afuera su cabeza, y mirando alrededor del escollo, caza delfines, perros marinos y cuantos horribles monstruos quiere coger de los que cría la gimiente Anfítrite”.

Será también un cuerpo femenino el que decore las proas de los barcos, un cuerpo bañado por la brisa marina que humedece su túnica bajo el efecto de la escultura helenística de paños mojados. Se trata de la Victoria de Samotracia, que conmemoraba un acontecimiento histórico de gran relevancia (La victoria de Rodas frente a Antíoco de Siria).

Aurora Luque afirma que la poesía de los griegos antiguos puede explorarse como un manual de geografía en el que predominan las superficies líquidas. Y es verdad, pero las superficies líquidas no sólo predominan en la poesía de la Grecia antigua, sino que también se encapsulan o se derraman en los cuerpos femeninos. A través del mar pueden observarse los conflictos de las mujeres, ¿cuántas pinturas de Penélope que ve hacia el mar en espera de ver la nave de Odiseo? En la superficie epidérmica se deslizan emociones como el estremecimiento o la perturbación; en las profundidades, los productos del mar manifiestan la potencia sexual encarnada por antonomasia en las ninfas, pero también sus tentaciones y las monstruosidades que habitan territorios liminales, que el mar ha establecido como periféricos.

Mosco escribe:

Cuando el viento se posa sobre la mar turquesa sin turbarla
se me altera el pobre corazón. La tierra firme, entonces
no la quiero, porque la mar, vastísima,
me reclama con ansia.
(Trad. Aurora Luque)

Referencias

Gazpar Azorín Martín, Sobre los sueños de Aristóteles, Universidad de Valencia (Tesis de doctorado), Valencia, 2020. Consultado el 10 de enero de 2023 URL:

https://roderic.uv.es/bitstream/handle/10550/79353/sobre-los-sue%C3%B1os-aristoteles.pdf?sequence=1

M.-C. Beaulieu, The Sea in the Greek Imagination. University of Pennsylvania Press, 2016.

Fernand Braudel,  Memorias del Mediterráneo, Cátedra, Madrid, 1998.

Ana Clavel, Territorio Lolita. Alfaguara, México, 2017.

Jane Billinghurst, Mujeres tentadoras, Océano, México, 2007.

Carins Douglas, “Mind, Body, and Metaphor in Ancient Greek Concepts of Emotion”, L’Atelier du Centre de recherches historiques [En línea], 16 2016, Puesto en línea el 20 de mayo de 2021, consultado el 09 de enero de 2023. URL : http://journals.openedition.org/acrh/7416

Carlos García Gual, Sirenas, seducciones y metamorfosis, Turner Noema, Madrid, 2014.

Aurora Luque, Aquel vivir del mar. El mar en la poesía griega, Antología, Acantilado,. Barcelona, 2015.

L. R. Miranda, “Arqueología del amor: la representación de Afrodita y de Eros en el pensamiento antiguo”, Nuevo Itinerario, 14, 1 (2019), pp. 29-57.

Máximo Brioso Sánchez, “Geografía Mítica de la Grecia Antigua I”, Philologia Hispalensis, 8,1 (1993), pp. 193-213.

-. Geografía mítica de la Grecia Antigua II, Philologia Hispalensis, 9, 1 (1994), pp. 187-209.


Martin Schatzmann Willvonseder, “El abrazo del mar. Acerca de la metáfora del mar y la simbología del agua en la poesía erótica española e hispanoamericana”, Revista de Filología Románica, 8 (2016), pp. 117-135.

C. Shaw, “’Genitalia of the Sea’: Seafood and Sexuality in Greek Comedy”, Mnemosyne, 67,4 (2014), pp. 554-576.

Suscríbete a nuestro newsletter y blog

Si quieres recibir artículos en tu mail, enterarte de nuestros próximos lanzamientos y apoyar nuestra iniciativa, suscríbete a nuestro boletín mensual para que lo recibas en tu correo.
¡Gracias por suscribirte!
Oops! Hubo un error en tu suscripción.