Joseph Conrad (1857-1924)

Guillermo Máynez Gil

Miscelánea
El año pasado se cumplieron 100 años de la muerte de Joseph Conrad. Un clásico de la literatura inglesa. Su novela El corazón de las tinieblas sigue siendo una obra fundamental para abismarse en la inhumanidad y la miseria del hombre contemporáneo. Aun cuando la fecha de su aniversario luctuoso pasó, quienes hacemos Conspiratio hemos querido rememorarlo en la pluma de Guillermo Máynez Gil. Sobre Conrad hay una espléndida biografía de Jeffrey Meyers, publicada por Cooper Square Press en 2001 (1991).

Entre las vidas de escritores famosos, la suya es quizá la más inusual. Otros también fueron exiliados, aventureros o escribieron en una lengua distinta a la materna, pero pocos combinaron las tres características. Los veinte años como marinero le proporcionaron abundante material vivencial, una perspectiva amplia del mundo y de los humanos. A su vez, los considerables traumas de su infancia le otorgaron una visión pesimista de la vida. A pesar de haber sido un hombre sociable y no carente de humor, era nervioso, volátil, con frecuencia difícil, además de derrochador y un tanto paranoico. Su decisión de escribir en inglés, aunque comprensible, no reduce la hazaña de haber sido uno de los mayores prosistas en una lengua que aprendió ya de adulto y que nunca llegó a pronunciar bien.

Nació en 1857 en Berdichev, en lo que ahora es Ucrania, en una familia de la pequeña nobleza polaca. Sus padres eran independentistas; sufrieron represión, cárcel, exilio y tortura a manos del régimen zarista, por lo que no es extraño que Josef Konrad Korzeniowski haya odiado a los rusos toda su vida, incluyendo a los escritores con excepción de Turguenev. Su infancia nómada, solitaria, pobre y triste, así como el talante sombrío y la alta cultura de sus padres, lo influenciaron notablemente. Su madre murió en 1865 y los siguientes cuatro años cuidó a su padre hasta la muerte, en 1869. El huérfano de once años (nació en diciembre) quedó solo y luego a cargo del entrañable tío Tadeusz, que vio por él (a pesar de varias decepciones). En 1874 abandonó Polonia, a la que sólo regresaría tres veces. Pasó cuatro años en Marsella y con la marina mercante francesa viajó tres veces al Caribe. Esta época está marcada por el descontrol, las deudas y un intento de suicidio.  

En 1878 comenzó veinte años de carrera en la marina inglesa, en dieciocho barcos de los que sólo en uno fue capitán. Viajó por África y Asia, con las consiguientes aventuras, desventuras y naufragios, observando atentamente al ser humano en situaciones extremas. Su experiencia en el mar fue solitaria y más bien amarga; en esta época fue pobre y poco sociable. Naturalmente, esta larga etapa ocupa buena parte de la biografía y es rica en anécdotas, personajes y sucesos. En 1886 obtuvo la ciudadanía inglesa y el grado de capitán; en 1889, aburrido y sin trabajo, comenzó a escribir Almayer’s Folly, basada en un personaje que conoció en Borneo. En 1890 ocurrió su experiencia más traumática: un empleo en el Congo belga, donde presenció el horror del colonialismo, las más bajas instancias de la humanidad, y se adentró en el corazón de las tinieblas.

En 1893, en su último viaje, conoció a John Galsworthy y por medio de él se acercó a los círculos intelectuales británicos. Al año siguiente se casó con Jessie George, dieciséis años menor, una mujer inculta y ruda, pero leal e imperturbable. Su matrimonio fue difícil, pero sólido. En 1895 apareció Almayer’s Folly y así comenzó su carrera de escritor. Una de sus grandes paradojas fue que sus obras maestras, aunque elogiadas por la crítica, se vendieron poco, mientras que las más vendedoras fueron casi siempre las menos logradas. En 1897 apareció la primera de esas obras maestras, The Nigger of the Narcissus. Sus novelas iban precedidas por largas meditaciones sobre trama y personajes; era un escritor lento y atormentado, insatisfecho: “Debes buscar en los rincones más oscuros de tu corazón, los escondrijos más remotos de la mente”.

Su vida estuvo marcada por intensas y difíciles amistades literarias: Edward Garnett, Henry James, Stephen Crane y muchos otros, pero sobre todo Ford Madox Ford, con quien escribió dos novelas fallidas. Siempre corto de dinero, fue un amigo demandante pero leal. Tras The Nigger of the Narcissus, produjo sus mejores obras entre 1898 (Youth) y 1917 (The Shadow-Line), una serie de novelas fundamentales en la historia de la literatura. Con The Heart of Darkness (1899) fue el primero en Inglaterra en denunciar el colonialismo. Nostromo (1904 y mi preferida) hace varias preguntas: “¿qué significan ‘civilización’ y ‘progreso’?; ¿qué pasa cuando el materialismo reemplaza a los valores humanos?; ¿cómo afecta el colonialismo a las sociedades tradicionales?” Esta novela incomodó al público por su complejidad y ambigüedad moral. The Secret Agent (1907) y Under Western Eyes (1910) exploraron los abismos del terrorismo y el nihilismo; la traición y el resentimiento; la estupidez y la culpa. Victory (1915) fue de sus pocas cumbres populares con el público, a pesar de ser la más sombría.

En sus últimos años escribió obras menores, pero alcanzó al fin el desahogo económico y la fama mundial; recorrió triunfalmente los Estados Unidos e hizo nuevas amistades como Gide y Bertrand Russell. Murió en 1924, tras una vida agitada, interesante y una obra imperecedera.

Suscríbete a nuestro newsletter y blog

Si quieres recibir artículos en tu mail, enterarte de nuestros próximos lanzamientos y apoyar nuestra iniciativa, suscríbete a nuestro boletín mensual para que lo recibas en tu correo.
¡Gracias por suscribirte!
Oops! Hubo un error en tu suscripción.