Guillermo Máynez Gil

Giambattista Vico

Reseña

Giambattista Vico, Ciencia nueva, Tecnos, Madrid, 2009, 872 pp.

 

Aunque casi totalmente ignorada en su tiempo, esta es una de las obras fundadoras de las humanidades modernas, tan importante como su contemporánea, los Principia de Newton. Precisamente, la tesis de partida de Vico es que el humano sólo puede comprender lo que ha creado: la sociedad, y que sólo Dios puede comprender el cosmos y la naturaleza por ser su creador. Sin embargo, al estudio de la historia no se le había dado el mismo rigor que a las ciencias naturales. Vico propone, por tanto, utilizar todas las herramientas científicas aplicables para establecer cronologías precisas, deslindar la realidad del mito, trazar el origen de las palabras, que reflejan el origen de objetos y conceptos, y hacer un análisis minucioso de la evidencia arqueológica y documental. Él lo llama “filología filosófica”, pero es toda una aproximación científica a la historia y la sociedad. Redescubierto Vico por los románticos e historicistas un par de generaciones después, la Ciencia nueva está en el origen de la historia, arqueología y filología modernas. Su aproximación, lejos de ser una visión estática o teleológica es evolutiva, pero cíclica.

En las ruinas y textos antiguos está la clave de la historia, siempre que no se adopte una visión moralista (búsqueda de “leyes” universales descontextualizadas), literalista o presentista: como Vico afirma y se ha comprobado, los antiguos no sólo no pensaban lo mismo que nosotros, sino que no pensaban de la misma manera; interpretaban la realidad desde paradigmas distintos en el espacio y el tiempo. Por tanto, los textos deben ser diseccionados, buscando el significado preciso de las palabras. Así, su ciencia es la de “todo lo que dependa de la voluntad humana”. El texto tiene dos excentricidades, que no invalidan sus argumentos: exceptuar al judaísmo-cristianismo de sus postulados (por tratarse de la “verdadera religión”) y creer a pie juntillas en la existencia pasada de gigantes, que no obstante explica con argumentos “científicos” y no míticos o religiosos.

Al leer los textos antiguos, Vico trata de ponerse en el lugar de sus autores, escuchas y lectores: ¿cómo se explicaban la naturaleza, a sí mismos y a los demás? ¿De qué lenguaje y conceptos disponían? Explica el nacimiento de la poesía como indispensable: la analogía precede a la lógica, es decir, ante la inexistencia, al principio, de conceptos abstractos, el símil y la metáfora eran las únicas herramientas de comprensión. Los bellos poemas antiguos no sólo contienen tesoros estéticos: contienen también las claves para entenderlos. A partir de estas tesis, Vico se lanza a trazar una historia general y esquemática de la humanidad, en el entendido de que admite un sinnúmero de variaciones y detalles.

Las primeras instituciones son el matrimonio y los rituales funerarios. “Humanos” procedería de humus (tierra): humanos son los que entierran a sus muertos y creen en la inmortalidad del alma. Urbs es la cuchilla del arado: la urbe agrícola difiere del salvajismo nómada. A esas primeras comunidades estables llegan como refugiados los prófugos del estado de naturaleza (su visión es como la de Hobbes): los famuli o sirvientes, origen de la familia como unidad económica y social. Con el tiempo (como lo muestra entre otras la historia romana), estos famuli se rebelan y de las luchas sociales salen tanto las colonias como las primeras leyes, de las que la agraria es la primera. De todos estos procesos se van desarrollando el lenguaje y los conceptos, que van conformando categorías generales o arquetipos.

Las sociedades pasan necesariamente por tres grandes etapas, con su propio lenguaje y leyes: la teología mística, la jurisprudencia heroica (guerreros) y la equidad natural, que degenera en caos (por la incapacidad de satisfacer todas las expectativas) y de ahí vuelve a comenzar el ciclo. Visionario sin duda, como vemos ahora.

¿Cómo es que los humanos llegan a aterrorizarse de los dioses que ellos mismos han inventado? Por la necesidad de personalizar todo lo que ocurre como producto de una voluntad. Vico establece dos axiomas: “Por naturaleza, la mente humana es indeterminada; por eso, cuando está hundido en la ignorancia, el hombre se hace a sí mismo la medida del universo” (por lo que tiende a sobreestimar su importancia). “Cuando la gente no se puede formar una idea de lo distante y lo extraño, juzga a partir de lo presente y lo familiar”. Los pueblos se inventan orígenes grandiosos e ideales, pero la supuesta “sabiduría” de los antiguos no es más que un conjunto de falacias e imposturas (no por tontos, sino porque desconocen demasiado). Sin embargo, sus textos son cruciales: “las expresiones vernáculas son testigos invaluables de las costumbres de los pueblos… las propiedades inherentes de las cosas son producto de la manera en que surgen. Por tanto, estas propiedades nos permiten identificar el nacimiento y naturaleza de las instituciones”. Hay que hacer un estudio geocronológico de la historia.

En sucesivos capítulos, Vico desgrana sus fascinantes ideas sobre la “sabiduría poética”: la información de estos textos. La “metafísica poética” estudia el origen de la poesía, la religión, la adivinación (“hacerse como divino”) y los sacrificios. Imaginar es crear. “El verdadero sujeto de la poesía es una imposibilidad creíble”. La “lógica poética” traza el progreso del habla y la escritura; de las figuras del lenguaje (metonimia, sinécdoque, etc.) al pensamiento abstracto; del verso (oralidad) a la prosa (escritura). La “moralidad poética” busca el origen de los arquetipos: los Gigantes aterrorizados por el trueno (Zeus y equivalentes), que se refugian en cuevas, se sedentarizan y se casan; los “Hércules” o fundadores de naciones; los dioses o símbolos de los fenómenos. A diferencia de lo que dicen los pedantes, esta moralidad antigua no era “sabia”, sino cruel, cruda y bárbara. La “economía poética” o manejo de la comunidad, parte del matrimonio y la veneración de las fuentes de agua (Diana); los oráculos, musas y derecho civil (Apolo); la agricultura y las ciudades (Hércules); y el contraste entre Dragones (la naturaleza salvaje) y el trigo (el oro de los antiguos). La “política poética” describe la formación de la familia, la teocracia y la aristocracia (sacerdotes y guerreros) y hace una interpretación de los mitos a partir de las luchas entre patricios y plebeyos (¡cuasimarxista!): derechos de propiedad, cargos públicos, derecho al matrimonio y la herencia. La “física poética” revisa los burdos, aunque hermosos, mitos del origen y funcionamiento del cosmos.

Tras una sección tipológica (“Descubrimiento del verdadero Homero”), Vico recapitula “el curso de las naciones”, de dioses, a héroes, a humanos. Son tres naturalezas, costumbres, leyes, gobiernos, comunidades, lenguajes y mentalidades, en un ciclo recurrente de instituciones en permanente cambio. Llena de ejemplos brillantes y de tesoros etimológicos e interpretativos (incluso en el caso de que la filología contemporánea los haya corregido), lo más importante de la Ciencia nueva no está tanto en la precisión de cada afirmación, sino en cómo inaugura una mentalidad y un conjunto de disciplinas.

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