Versión de Carlos Ciade
La vida que me has regalado
ahora te la devuelvo
en el canto.
En muda espera
Palabras, y signos, e imágenes,
barandillas de nuestras soledades:
máscaras del despistaje
desde nuestro camino hacia el desnudo
Ser:
cierto, ni hay que nombrarse,
es suficiente invocar
en silencio:
allá tú perduras
después del mismo Dios:
y yo acá
en muda espera…
Introito
Si ninguna forma incorporas belleza
y ni la misma mente de un sonido
advierte un eco
y de nuevo, no capta el pensamiento
una reverberación de luz: no de la Fuente
por cierto -, no capte digo
ni un reflejo sobre el miro gurgite,
sin que haya un cuerpo, aun allá
a resguardo del abismo, ya entonces
la más negra oscuridad te devora.
¡Es absoluta
la necesidad de la Imagen!
El cuerpo: chalupa que te salva
en el océano de la Nada.
***
Dios y la Nada -aun si
el uno del otro se disocia–
sin voz quedan en la ausencia.
¡Cristo, cuerpo de Dios, conciencia
de la Tierra, hijo
de la Hermosísima, nuestro
último existir!
***
También la muerte será
un emigrar de forma en forma
en el gran cuerpo del universo.
Cuerpo, espíritu que se condensa
al infinito:
nuestro cuerpo
catedral del Amor,
y los sentidos
teclados divinos…
Extranjero en tu aldea
Son las palabras calles
de un pueblo que tú solo
recorres con la ilusión
de conocer, y de ser
conocido desde siempre:
te conducen avante
sonidos de alfabetos prenatales,
luces crean espacios como faros
en el horizonte:
¡tú crees
que vas por campos libres
mientras que aquí habitarás
para siempre!
***
¡Nunca se alcanza el centro!
Tú no sabes el juego
de las circunstancias:
alrededor siempre a rondar
la ronda “rondando una tuna”:
mientras late
solo
el corazón.
¿Inútil también el cantar?
No es que tú logres decir todo
cuanto de ti se pierde en la oscuridad
y vuelves a decir, a repetir en espera de entenderte
antes incluso de darte a entender
si acaso nunca
haya sucedido
¿Es la razón de mi cantarte
Verbo, única sustancia…
cantado entonces
sin esperanza?