En la profunda alcoba se te honra
En su danza de golondrinas
Spanda o de la vibración primordial
Semblanza
En la profunda alcoba se te honra
Sobre cualquier mesa en donde habites,
en el hábito de pelar una naranja,
en el montón de cáscaras secas
que recuerdan y no encubren la muerte.
En la mesa donde se prueba el jengibre
y los limones secos aún prometen jugo.
Se te honra ahí y también
entre los granos dispersos de la sal
en otra mesa.
Ahí y entre los invitados que reúne la Madre.
Alcoba de cien nombres que no se pronuncian,
enunciados que no aplacan el intelecto.
La alcoba en donde todos los cuerpos se aman
y ninguno es ignorado.
La alcoba sin orden, la alcoba sin órdenes, la soberana alcoba.
Libre si se desea llamar recámara, cuarto o estación.
La alcoba que no tiene por qué ser señalada.
La propia alcoba.
Un músico para siete alcobas o trece alcobas para un músico.
Cientos de velos para el gozo, el vigilante y sin control.
¿Cuántos ojos decías que había en esta habitación?
Te prendes de estos ojos mortales
y luego queda ciego nuestro corazón
(nata y balbuceo.)
¿Con quién desea casarse la novia?
El corazón cuando se ensucia.
Ninguna habitación indispuesta.
Sólo cierran el cuarto enfermo,
nadie enferma de amor.
Alcoba donde entran gallos de plumaje azul,
alcoba de entrañas rojas, sin corazón de res
para una danza desenfrenada.
El temor no invitado, el temor ajeno.
La alcoba reconstruida,
levantada desde los escombros,
la siempre protegida.
La alcoba de los 107 libros y uno que elige el Amado.
Siempre hay que darse el tiempo,
el gozo nunca espera, el gozo celoso de sí mismo.
Ansioso por experimentarse.
El gozo de las prostitutas,
foso de las astutas
pozo trozo
¡Plato de golosinas!
Pasas de corinto y pepitas de oro.
Caben algunas preguntas en el huerto:
frutas acentuadas.
¿Distingues el sabor? ¿suena?
(Algunos se alegraron cuando él alcanzó esa tonada,
su virtuosismo fue reconocido.
Él sonrío porque no sabía
que parte de lo desconocido despertaba.
En el minuto diez y siete
el músico engendró un hijo,
parecía un canto a la divinidad.)
Retumba su poderío. No hay lodo en donde se lea esta huella.
Alcoba prendida inclinada limpia.
La inexacta alcoba
para ser recordada experimentada.
Lo que quise decir:
mi vecino había cortado unas naranjas
pero yo no lo vi cortándolas.
Sentado ahí, con sus brillantes ojos
se preguntaba, igual que yo,
acerca de su sexualidad y dios.
Las cáscaras secas, apiladas,
no explicaban el jugo que él ya había tomado.
Y yo nunca lo vi tomando ese jugo dulce de naranja.
En su danza de golondrinas
el cuerpo respira por todos sus costados,
(un insecto en el entrecejo.)
El joven dios besa el dorso de mi mano,
leve estremecimiento,
espina dorsal.
Doradas respiraciones en la parte posterior de mi cuerpo,
círculos alrededor del ciruelo.
Un hombre y su cuenco moderado,
una mujer y la planta de sus pies.
Palmas para recibir lo que el día desee presentarnos.
¿Cómo puede ser la perfección moderada?
Apertura sutil desde la coronilla al cielo.
Agradecimiento.
Estrategias que no desbordan un río
pero lo colman de peces.
Diluvios contenidos en la nube
observan crecer la cosecha.
Naturalidad y progresión.
Tensión amorosa entre el cenit y el nadir.
Nadir donde se pierde mi boca,
cenit donde se ensancha tu frente.
Órbita abierta
Nadie la dirige nadie la controla
Se le mira girar y expandirse
hacia el fruto verde en el árbol,
hacia el vientre ocre de la golondrina.
No hay una golondrina que vuele más rápido que otra,
no hay frutos que maduren temprano.
No hay prisa para que el aire entre nosotros
haga este poema más amplio.
Amplio verdor.
Atravesó ventanas oscuras,
movió cortinas vaporosas,
transparentó la cintura de las jóvenes.
El dios, apenas iniciado, besó mi mano
y yo lo vi partir dentro de mis ojos.
Hombros atrás erguido el entrecejo.
Dijo carne y no sentí más que su vaho en la nuca.
Tórrida moderación acompañando mi columna vertebral.
Debes tener estrategias:
Observa como dispersa dios los frutos en la copa
o el canto en los oídos de los hombres que amas.
Estrategias para mantener todo en silbante movimiento.
¿Alguien tiene prisa de partir?
Tenía todas las líneas para deslizarse,
todos los cuerpos para volcarse en gozo
y en su redonda multiplicidad no le urgía ser nombrado.
Qué ascendida moderación tocaba mis tobillos,
columna para hacer flotar el corazón.
Las golondrinas obedecen al hambre y su labor de cada día:
expandirse sin afán de control,
cacería ante el esplendor anaranjado del flamboyán.
Dios los hace y ellos se juntan:
los días para ser observados.
Spanda o de la vibración primordial
En los picos impacientes de los cuervos,
en sus alas oscuras también,
en la boca muda del peregrino,
en todo palpitas.
Puedo ver tu pulsación mudarse de matorral.
Los vacíos en los que yo pulso,
el hueco en la roca.
Mi presencia inestable
intermitente
en donde Tú apareces.